Nueva York - visualmente impresionante, sorprendentemente apestosa

Día 1: Llegada, Broadway

La verdad, creo que una de las cosas que más me sorprendió del viaje a Nueva York, fue lo increíblemente verde que era toooodo el paisaje desde Kent hasta prácticamente llegar a la isla.
En serio, nunca dejará de sorprenderme la cantidad de terreno libre que tienen los yankis por ahí, no me extraña que todos vivan en chalets con yardas y yardas de jardín.




Peeero de pronto todo lo verde se acaba y empiezan los jardines de asfalto, los skylines y las farolas. Y ahí está, New York city. 


Accedimos a través del puente Lincoln, y desde luego en las pelis no exageran cuando representan al tráfico neoyorkino como un completo sindiós. Quince minutos de atasco para llegar de una esquina a otra de la calle.
De todos modos, también es cierto que fuimos en el Memorial Day (una especie de día de los caídos) que es festivo allí, y estaba hasta la bandera (y nunca mejor dicho).



Unas cuantas fotos desde el coche.





Nuestro hotel estaba en Queens, un poco alejado pero muy fácilmente accesible por el metro. Apenas cinco paradas o así.


Por supuesto descendimos en la Gran Central Terminal, que ha sido testigo de tantas y tantas pelis como "Con la muerte en los talones" u "Olvídate de mí".





Exteriores.





Anécdota divertida: guiados por el navegador del móvil, fuimos directos a ver el edificio Crysler. Una vez donde nos indicaba su ubicación el teléfono, miramos, desconcertados, a nuestro alrededor, porque no lo veíamos. ¿Cómo es posible? ¡No pueden haberlo movido de sitio! -Pensábamos. Hasta que mi tío me dio un golpecito en el hombro, y me señaló hacia arriba. Y claro:



"Ahhh" fue nuestra reacción de asombro y asentimiento.
En fin, más edificios absurdamente altos. Porque Estados Unidos tiene una cantidad de terreno edificable espatarrante. Pero ¿dónde eligieron erigir la capital cultural más impresionante? En una mierdecita de isla. Americanos, ¿quién los entiende?





El edificio Crysler reflejado en los cristales de este otro rascacielos.


Las alcantarillas humeantes de Nueva York.





La biblioteca pública, que es preciosa.



Edificios apelotonados unos contra otros, formando una especie de casa de muñecas estrambótica. Me encanta.


Broadway y Times Square! 












Por supuesto entré en la Disney Store, que era gigante y maravillosa y estaba llenita de cosas de Moana y Star Wars y yo me quería quedar a vivir allí.






Como era el Memorial Day, estaba todo lleníiiisimo de soldados de todo tipo. Yo, antibelicista convencida, no reconocía casi ningún uniforme. Excepto el de los marines, con ese tipazo.










Como no andaba muy lejos, también hicimos una rápida visita a Radio City, el teatro más importante del país.







Y luego nos acercamos al Rockefeller Center, con sus miles de banderas y su escultura de una bailarina gigante, que me encantó.









Tras un rápido paseo (pasando por delante de las casas de moda más importantes del mundo), encontramos la catedral de St Patrick, en un neogótico muy bonito.




Y por la noche, el Empire State, por supuesto, iluminando el cielo de Manhattan.




Día 2: Liberty Island, Wall Street, World Trade Center, barrios varios

Por lo que cuentan los viajeros experimentados, hay un ferry de pago para visitar Liberty Island, pero no merece la pena porque la estatua de la Libertad es tan grande, y su base, aún más grande todavía, que desde abajo apenas se consigue apreciar. Por lo tanto, a no ser que seas Magneto y quieras convertir a toda la población mundial en mutante, es mejor coger el ferry a Staten Island, que encima es gratuito, y le da toda la vuelta.


Y es cierto, la vimos de pleno.

De Staten Island no vimos mucho, porque los ferrys de ida y vuelta pasan cada dos horas o así, pero dimos un bonito paseo y almorzamos en el Memorial a los caídos de Staten Island del 11-S.




Desde el cual había una maravillosa vista hacia Manhattan.


Fun Fact (para mí, al menos): ¡ES EL MISMO FERRY QUE CASI SE HUNDE EN SPIDERMAN HOMECOMING! UN PAR DE MESES MÁS, Y PODRÍA HABER SIDO YO A LA QUE RESCATARAN SPIDERMAN Y IROMAN.

Vale, fin del momento fangirl.


El precioso puerto antiguo de Nueva York.

Y desde allí nos encaminamos hacia el barrio de Wall Street, fácilmente identificable porque todo parece un decorado de American Psycho. Con la altura impresionante, marca de NY, pero la frialdad del dinero por bandera.







El toro de Wall Street, que estaba tan plagado de turistas que así fue como lo tuvimos que ver.




Ahem...


Tiffany's. Aunque no fuimos a desayunar, claro.




En esta iglesia estaban sirviendo un almuerzo gratis a todo el mundo, y no sólo te dejaban coger lo que quisieras, sino que ¡te animaban a coger más! ¡Y no había gente avariciosa que arramblara con todo! Alucinante.


Y además tenía un cementerio precioso anexo, con lápidas de hasta el siglo XVIII. Me entretuve un buen rato leyendo las inscripciones y... tío, la gente antes se moría muy joven.








A este lo llamábamos el "edificio Jenga". Los que hayan jugado al juego, lo entenderán...



El nuevo World Trade Center.






Los alrededores del Ayuntamiento.






El puente de Brooklyn, allá a lo lejos.



Edificios varios.





Una preciosa estación de bomberos antigua <3 p="">


Acercándonos a Chinatown...







Estaba plagada de puestos callejeros, gente gritando, y joyerías con este nivel. Un poderío...


Una de las callecitas transversales a Chinatown estaba Little Italy, también con mucho encanto y, desde luego, con muchísimo tráfico de turistas.




Ayy esos edificios con las escaleras de incendios por fuera...




Un montón de arte callejero por ahí, que aumentaba conforme te acercabas al Soho.


Efectivamente, aquí está el Soho.






Día 3: Empire State, MoMa, Central Park

El día después del Memorial Day, Nueva York se nos quedó completamente vacía. Pero vacía de verdad. Y no sólo eso, sino que encima se puso a llover, de forma que la sensación de abandono era mejor. Pero lo mejor de todo aquello fue que apenas tuvimos que hacer cinco minutejos de cola para entrar en el Empire State Building.






Llegando al famoso rascacielos coronado por King Kong.




El interior es tremendamente vintage, muy elegante, muy del tipo... brindemos con champagne burlando la Prohibición y bailemos un poco de charlestón. Aunque eso sólo la primera planta. El resto está bastante modernizado, y con muchas y muy exigentes medidas de seguridad.







Ascendimos a la planta... ¿50? en menos segundos de lo que tarda mi ascensor en llegar al piso 7. Y las vistas desde allá arriba... bueno, os lo podéis imaginar. Vértigo asegurado.





Se veía absolutamente toda la isla, enterita.




Incluyendo Liberty Island y su Estatua de la Libertad, ¿la veis ahí a la derecha?







Y me llamó mucho la atención que muchas azoteas estaban como habilitadas como jardines. Me pareció una muy buena idea.



Después de pelarnos de frío y mojarnos, mi tía y yo fuimos a resguardarnos al MoMa, donde están conservadas grandes obras del siglo XX. Si no lloré mirando muchas de ellas, fue porque mi tía, excéptica y poco admiradora del arte contemporáneo en general, me hubiese fulminado con la mirada. Pero quise llorar, vaya que sí.




De vuelta a la calle, pasamos de nuevo por el Rockefeller Center y esta vez nos dimos cuenta que frente a St Patrick's está la sede de Victoria's Secret, donde había una exposición de modelos de los ángeles de años anteriores. Entramos de casualidad, y lo cierto es que fue bastante curiosa y muy interesante.










Pero después de comer, mis primos y yo lo teníamos claro: ¡teníamos que comprarnos algún cómic en Nueva York! Así que, con google maps como nuestro aliado, nos encaminamos hacia la más cercana: una pequeña tienda de dos plantas atestada de cómics y figuras impresionantes justo en una transversal de Times Square: Midtown Comics.


Y después, con nuestros tesoros bajo el brazo, fuimos a encontrarnos con mis tíos en Central Park. El camino hacia allí fue bastante fácil: es muy cómodo que las calles en Nueva York estén numeradas, básicamente vas contando hacia adelante o hacia atrás (vaya, está en la 94 con Broadway, y yo estoy en la 80 con Broadway, así que sólo me quedan 14 calles hacia adelante), conforme pasas por delante, y en seguida llegas. No hay pérdida.



Y Central Park es taaaaan bonito. Es gigante y tiene tantos rincones preciosos y lugares donde perderse. Íbamos prácticamente corriendo y aun así no pudimos ver cada detalle del lugar. ¡Y tiene tantas ardillas!













Esos puntitos del agua son cabecitas de tortugas (bastante grandes algunas, la verdad), que emergían para que los turistas les diéramos algo de comer.




Una casita donde hacían teatro de marionetas, si no recuerdo mal.





Y un castillito para representaciones. Es una auténtica monada.



Como parada obligatoria, acudimos a ver la estatua de Alicia en el País de las Maravillas, preciosa y llena de detalles.






Y aunque es un parque tremendamente grande y creo recordar que nos internamos bastante, el barullo de la gran ciudad todavía era audible entre los árboles. Imaginad cuánta actividad debe tener Nueva York para que su movimiento se escuchara en lo más denso de un parque gigante.

Los alrededores de Central Park eran, por su parte, bastante intimidantes. Se respiraba jet set y dinero a cada paso, y prácticamente temíamos tropezar con una baldosa por si nos hacían embolsar su precio.


Pero, dios, las casas eran una auténtica preciosidad. ¿Qué no pagaría cualquiera por vivir allí?






Y fue, de hecho, por allí, donde nos comimos la cena más deliciosa del mundo: ramen coreano. Después de semanas alimentándonos a base de pizzas, hamburguesas y McDonald's, un poco de verdura cocida y fideos (y más después del frío que habíamos pasado debido a la lluvia), nos cayó como verdadero oro al estómago. 


Y fin. Al día siguiente regresamos a Kent, y ahí se acabó nuesto periplo neoyorkino.