Bagnoregio/Bolsena

Bagnoregio: la ciudad de cuento

Giovanni, super amablemente se ofreció a pedir prestado un coche para irnos a Bagnoregio, una ciudad que Inma y Cintia habían descubierto pero que tenía muy mala combinación para ir (si en realidad nuestras excursiones duran dos horas a lo sumo, pero perdemos todo el día con transportes diversos). Sin embargo, Cintia e Inma estaban de resaca, y Lorena estaba perra y no le apetecía moverse.
Total, que nos dejaron tirados a Giovanni y a mí y fuimos los dos solos ¡pero ha sido tan divertido! Y tan cómodo, con el coche.

Nada más salir, Giovanni me llevó a un teatro romano que hay a las afueras de Viterbo, en un terreno privado junto a unas termas. La universidad de la Tuscia (donde estudio ahora actualmente) participó en la excavación, y él como arqueólogo también formó parte, así que se le veía bastante orgulloso de todo. Y la verdad es que no es para menos.

Este era el paisaje que veíamos pasar con el coche, muy de campiña, con un montón de rebaños de ovejitas.

Y estas son las ruinas romanas.




Y luego pasamos por una arboleda donde los árboles se inclinaban sobre la carretera. A mí me recordaba a El Viaje de Chihiro.


Y finalmente... ¡Bagnoregio! ¿Verdad que es impresionante?
A estas alturas ya llovía un montón, y ¿veis esa especie de pasarela? Pues es tal cual, por ahí se accede a la ciudad. Y nosotros sin paraguas. En fin...



La ciudad por dentro, súper pintoresca.
Y ahora, el clásico aluvión de fotos:










En muchas casas se veían cosas como estas: partes de frisos o columnas romanas reutilizadas como piedra de mampostería



Y luego a Giovanni le dio el punto, y como aún era muy pronto (¡las tres de la tarde!) se ofreció a llevarme a Bolsena, a ver el lago, el más grande de Italia. Y yo ¡pues claro que sí!


¡Y mirad qué pasada! De pequeña fui una vez a un lago, pero era una mierdecilla comparado con esto ¡si parecía el mar! Además con la lluvia y el viento el agua estaba muy picada, y había mucho oleaje. Mi primer impulso fue descalzarme y meterme en el agua, pero el frío me tiró para atrás. Y yo, que he crecido con el mar a poco menos de tres quilómetros de mi casa, era como volver a estar allí...






Ha sido una visita genial. Completísima.