Ethan

Jane me prestó un vestido para que pudiera cambiarme la camiseta rota y los vaqueros sucios. Al desnudarme en el baño revelé unos oscuros moratones en los brazos, causados seguramente por las garras de aquel animal, y un montón de pequeñas manchas oscuras, como pecas, a lo largo de mi rostro y la piel que había tenido al descubierto. Al rascarlas, pues ya estaban secas, me di cuenta de que era sangre. La sangre que me había salpicado después de que Mark le volara la cabeza a mi atacante.
Sin darme cuenta, un interminable reguero de lágrimas había comenzado a caer desde mis ojos, sin previo aviso, sin sollozos. Simplemente no podía contenerlas. Me temblaban las manos mientras me cambiaba, tratando de encontrar la manera de explicarles a los demás, cuando saliera del baño, qué era lo que había sucedido. Mark les había dicho escuetamente que Dientes de Sable me había atacado, sin especificar la situación, y Jane, sin hacer preguntas, le había sugerido a Hoydt que me sacara una taza de una infusión caliente, mientras ella iba a por algo de ropa para prestarme. Me ofrecieron tomar una ducha, pero lo rechacé. Tenía miedo de que me abandonaran las fuerzas y me desmayara dentro de la bañera. Y sólo me faltaba abrirme la cabeza contra el grifo.

Miré mi reflejo en el espejo del baño, con el vestido de Jane ya sobre mi cuerpo: un vestido rosado y blanco, dos colores que no usaba jamás porque siempre me habían parecido demasiado inocentes para mí. Me metí el puño en la boca y me senté sobre la taza del váter, abrazándome las rodillas. Sollocé en silencio, mientras sentía que mi cuerpo era presa de unos temblores incontrolables.

Casi me mata. 

Dientes de Sable casi me mata. Quizá me habría violado brutalmente, y después matado de una paliza. Temblé tan violentamente que creí que iba a volver a vomitar. Aquel hijo de puta había conseguido hacerme sentir tan vulnerable. Podría haberme aplastado la cabeza con una mano, si hubiese querido. Si Mark no hubiese estado allí...
Perdí la noción del tiempo, encerrada en el baño, pero debió pasar bastante pues en determinado momento escuché unos nudillos golpeando suavemente la puerta.
-...¿Jay? -Era Jane, con la voz firme. Seguramente alguno de los chicos la había enviado para saber si estaba bien.
-Ahora salgo -respondí con voz pastosa. Me lavé la cara rápidamente, evitando la tirita de la mejilla, y me soné ruidosamente la nariz con un trozo de papel higiénico. Me había clavado los dientes muy profundamente en el puño, y me lo froté mientras salía del baño. Respiré profundamente un par de veces antes de abrir la puerta, tratando de templar los nervios.

Sólo Hoydt levantó la vista de la mesa para ofrecerme una sonrisa de apoyo cuando aparecí en el salón. Se encontraban los tres sentados a la mesa, con los recortes de periódicos que había visto en el hospital esparcidos sobre el hule del mantel. Me mantuve de pie frente a ellos mientras retomaban la conversación, muy excitados. Jane tenía una mano apoyada en la barbilla, y miraba a Mark frunciendo el ceño. Él, por su parte, revisaba los recortes de Hoydt, quien se encontraba sugiriendo que debíamos avisar a Ethan y a Calibán. Debían avisarles de que, como había dicho el militar, era muy probable que los supervillanos se estuvieran refugiando dentro del geriátrico abandonado que había sido propiedad de los padres de Calibán. Pensar que se estaban alojando en un lugar que conocíamos tan bien nos llenaba de ansiedad. Tan cerca, tan evidente, y ninguno habíamos sido capaz de adivinarlo. Ni siquiera, al parecer, el propio Calibán.

Afortunadamente Ethan vivía a una manzana de distancia, así que no tardó más de cinco minutos en llegar desde que Jane le llamó. Podría haber llegado antes, pero al parecer no se terminaba de tomar la situación en serio. Abrió la puerta con sus propias llaves, mientras saludaba desenfadadamente a las mascotas que habían acudido a recibirle alegremente. Irrumpió en el salón aflojándose el nudo de la corbata, y un peinado un poco desordenado y una marca de lápiz de labios en la mejilla revelaba que no había estado solo cuando recibió la llamada de Jane. Saludó al aire, sin mirar a ninguno de los presentes, y fue directo al mueble bar a sacar una botella de vino, de la que se sirvió una generosa copa. Le observamos en silencio, y pude sentir cómo, poco a poco, crecía una rabia salvaje dentro de Jane. Antes de que ésta pudiera explotar, el chico se volvió, por fin, hacia nosotros, y su sonrisa desenfadada se congeló de pronto.
-¿Qué pasa?
-¿Tú eres gilipollas? -Exclamó Jane. Hoydt alzó una mano, en un dulce gesto para que se tranquilizara, pero ella le ignoró.- ¡Te he dicho que te dieras prisa en venir, que han atacado a Jay y las calles son peligrosas, pero tú vienes con toda tu pachorra como si nada hubiese pasado!

Me hundí un poco más en el sofá cuando escuché mi nombre. Odiaba ser el centro de una discusión. Ethan, aturdido por aquella reprimenda, me buscó con la mirada, y cuando reparó en mí y en la venda que me cubría la mejilla, puso una expresión que no supe desentrañar. ¿Desconcierto? ¿Lástima? ¿Impotencia? ¿Incredulidad? Ethan siempre había sido un libro completamente cerrado para mí, y cuando creía empezar a conocerlo, revelaba una faceta más de su personalidad que rompía con todo lo que creía saber sobre él.

Con aquella expresión indescifrable, el primo de Hoydt no dijo una palabra más y se sentó en una silla vacía junto a Mark, quien tamborileaba con los dedos sobre la mesa, nervioso. Jane se sentó junto a mí en el sofá, estirando las piernas sobre los mullidos cojines. Una de las perras, una pequeña bichón maltés de pelaje de un blanco inmaculado y muy rizado, saltó sobre su regazo. Hoydt sin embargo, se paseaba, nervioso, por el salón.
-Por lo menos podrías limpiarte la marca de pintalabios que te ha dejado esa guarra -masculló Jane, mirando a Ethan con expresión de reprimenda.

Quise protestar. Que una chica se acostara con Ethan sin ningún compromiso no la convertía en una guarra. Pero no tenía fuerzas, así que me limité a cerrar los ojos. Tras unos segundos de silencio, Ethan se decidió a volver a hablar, a pesar de suscitar con ello la ira de Jane.
-¿No deberías estar en un hospital? -Me dijo- ¿O hablando con la policía?

No supe qué responder, así que miré hacia Mark, quien parecía estar a cargo de la situación. Al ver que no recibía respuesta alguna, el joven trajeado volvió a intervenir.
-¿Me vais a contar lo que ha pasado o no?

Todos dirigieron la mirada hacia mí, con mayor o menor grado de sutileza. Mark me miró como pidiendo permiso para hablar por mí, y leí en la mirada de Hoydt que se cuestionaba si sería capaz de revivir los hechos, aunque él tampoco sabía exactamente cuáles eran. Ethan, sin embargo, pasaba la vista de uno a otro, impaciente. Finalmente, me hundí un poco más en el respaldo del sofá y carraspeé.

Les relaté, a grandes rasgos, lo que había ocurrido, omitiendo la parte en la que había intentado ligar con él, pues me aterraba la idea de que pudieran culparme de lo sucedido. Por... provocarle. Simplemente era yo en un bar con una camiseta de Lobezno. Pensé que aquello sería provocación suficiente para Dientes de Sable. Les relaté la persecución, tratando de ignorar el gesto de incredulidad de Ethan que se abría paso a través de su rostro, y cuando llegué a la parte en la que el mutante salía de detrás de los setos… perdí la voz, carraspeé de nuevo, y de pronto sentí que era demasiado embarazoso para contárselo. Demasiado doloroso. ¿Intento de violación por parte de Dientes de Sable? Me sentí completamente ridícula. Tampoco sabía si me habría violado. A lo mejor me habría secuestrado. O simplemente asustado. O sólo asesinado. Y en una parte de mí saltó la absurda sensación de que “no lo merecía”, pues ¿quién era yo al lado de Zorra Plateada? Más avergonzada aún por pensar de aquella forma, abracé un cojín y apoyé la frente en él.

Miré a Mark, pidiéndole calladamente que terminara la historia por mí.
-Él la estaba atacando, así que disparé –concluyó él- cuando escuché todo lo que estaba pasando, simplemente no podía irme a Bagdad y dejaros aquí, así que he desertado; he estado todo el día conduciendo para llegar al pueblo. -Hizo una pausa, paseando su mirada de nuevo por los papeles sobre la mesa- Esta mañana estaba repasando todos los informes y me di cuenta de que los “malos”, los villanos que iban a apareciendo, iban de menor a mayor. ¿Os dais cuenta?
-¿De menor a mayor? –Repitió Jane, sin comprender.
-A ver, explícamelo –pidió Ethan, apartando un vaso que había sobre la superficie de la mesa, para dejar espacio.

Jane y yo nos levantamos del sofá y nos aproximamos para ver cómo ordenaban las noticias por orden cronológico. Mark nos iba indicando quién era el perpetrador de cada uno de los crímenes: Octopus, Ryno, Juggernaut, el Hombre de Arena, Bullseye, Pyros, y Dientes de Sable. En ese orden, parecía que cada vez los malos eran menos simples villanos y comenzaban a ser más supervillanos.
-Tuve la corazonada de que iban a venir más, y cada vez peores –concluyó Mark.
-Por esa regla, ¿quién debería venir ahora? –Preguntó Hoydt, frunciendo el ceño- Las posibilidades son infinitas.
-A ver, a ver, a ver –Ethan alzó las manos hacia arriba, mientras esbozaba una media sonrisa- ¿de verdad estamos hablando de esto? ¿De verdad estamos diciendo que hay un montón de villanos de cómic que se esconden en la residencia de Calibán? Yo no niego que quien haya… atacado a Jay sea alguien muy parecido a Dientes de Sable, pero que sea él mismo…
-Es lo mismo que con Jason, puede que haya un montón de gente que se oculte detrás de la identidad de los villanos para cometer sus crímenes –Jane le dio la razón, repitiendo el mismo argumento que me había parecido tan lógico unos días atrás. Pero ahora…
-¿Y qué clase de Dientes de Sable era? –Insistió Ethan, aún escéptico- ¿Iba vestido con las pieles y el traje amarillo?

Negué con la cabeza, sin ganas de discutir. Me dolía todo el cuerpo y estaba terriblemente cansada. Si no había sido Dientes de Sable quien me había atacado, era tan fácil como mirar las noticias al día siguiente y comprobar si había cadáver o no. Yo no iba a volver a la residencia a verificarlo, eso estaba claro. Ya no me sentía segura. No sabía si me sentiría segura nunca más. Y así se lo hice saber. Por otro lado, si había cadáver... todo el mundo me había visto en aquel bar, con él. Habría infinidad de testigos que le habría visto abandonar el lugar justo después de mí, no tardarían en... dios, ¿y si Mark había matado a un ser humano normal y corriente?
No, normal y corriente, no. Un violador de mierda. Un asesino.

Como el resto del grupo no parecía con ganas de discutir los hechos conmigo, cambiaron de tema y decidieron llamar a Calibán. La llamada fue corta y precisa, y el interpelado se encaminó hacia aquí en el momento en el que le dijeron que yo había resultado herida. Cuando llegó, sin resuello debido al trayecto en bicicleta, y le relataron lo que había sucedido, su cara se contrajo en una expresión de sorpresa y horror. Sentado, apoyó los codos sobre sus rodillas y se mesó la perilla con una mano.
-Yo… -titubeó. Siempre hablaba despacio cuando quería decir algo importante- yo ya lo había pensado. No sé, en el mundo de los cómics siempre hay muchos universos, y van viajando de uno a otro, ¿no? Pues pensé que este, el nuestro, podría ser uno de esos universos. Y cuando dijisteis que debían estar en algún sitio… pensé en el geriátrico. 
-¿Y por qué no dijiste nada? –Preguntó Ethan duramente.
-Porque… no lo sé. Esperaba que no fuera así. –Me miró, como pidiéndome disculpas, e involuntariamente se me llenaron los ojos de lágrimas.

Me levanté y les di la espalda a todos ellos, fingiendo mirar por la ventana. Los nervios de toda la semana habían encontrado su punto álgido aquella noche, y tenía la certeza de que si empezaba a llorar de nuevo, no pararía. Así que tendría que controlarme, al menos hasta que todos se fueran. Noté que Mark se me acercaba y ponía una mano sobre mi hombro. Yo apoyé la cabeza sobre el suyo, reconfortada por el contacto.
-Creo que deberíamos ir a la residencia de ancianos –propuso Mark, aumentando ligeramente la presión de los dedos con los que me sujetaba el hombro.
-Estoy de acuerdo –afirmó Calibán, levantándose- vamos y vemos qué hay. Podremos saber si son malos de cómic o sólo malos.
-¿No estaréis hablando en serio, no? –Preguntó Ethan- ¿Y qué tal si llamamos a la policía?
-Si llamamos a la policía y son villanos de cómic, les estaremos enviando a una muerte segura –razonó Hoydt.
-¿Y nosotros a dónde iremos, si no? –Le interrumpió Jane- ¿Te crees que somos mejores que ellos porque sí sabemos a qué nos enfrentaríamos? ¿Y si son sólo criminales? ¿Qué haríamos entonces?
-No vamos a ir a enfrentarnos a ellos –Mark me soltó y se plantó frente al resto, con aire serio- no vamos a establecer contacto con ninguno. Iremos, daremos una vuelta al perímetro de la residencia, estimaremos la cantidad de villanos que hay y quiénes son. Si hay suerte, encontraremos alguna prueba de que son auténticos supervillanos, y volveremos.
-¿Y si son auténticos? –Pregunté.

-Pues entonces también habrá superhéroes.