Mark

-Se me ocurren un millón de ideas por lo cual cruzar el portal no es una opción segura.

Mark había sido tajante en aquel tema. Había sido tajante, pero yo, que le conocía mejor que nadie, noté la excitación en su voz. Le miré a los ojos, y éstos mostraban un brillo de emoción que no le había visto desde… desde que volvió de la guerra. Me sorprendí a mí misma esbozando una sonrisa emocionada. Como si estuviésemos proponiendo un picnic, en lugar de estar encerrados en la situación más jodidamente peligrosa de toda nuestra vida.
-Podemos cruzar y pedir ayuda –insistió Ethan- a los héroes.
-¿Y si nos perdemos en otras realidades?
-Por no hablar de que el portal puede cerrarse tras nosotros –repuso Hoydt.
-Pero tenemos que intentarlo. Si el portal se cierra, podemos pedirle al Dr Extraño que nos lo abra –intervine yo. Sentía un hormigueo familiar en la punta de los dedos, y mariposas en el estómago. Dios, era como decirme que hiciera una lista de los inconvenientes de ir a Disneylandia; los habría, siempre los hay. Pero joder, ¡es Disneylandia!
-¿Y cómo lo haremos?  -Repuso Mark, sabiendo que no podía negar que se moría de ganas por ir- Estamos encerrados.
-No por mucho tiempo.

Fruto de la inspiración, una idea había cruzado por mi cabeza. Tanteé los pequeños bolsillos de mi pantalón, y ensanché una sonrisa cuando noté el bulto familiar de las llaves allí. Las saqué apresuradamente y me aproximé a Mark. Como le faltaba una mano, le habían sujetado la brida a la altura de los codos, y tenía los brazos en una posición extraña. Tras forcejear un poco con las puntas afiladas de las llaves y el plástico de la brida, este al fin cedió, y Mark se vio libre para repetir el proceso conmigo, con algo más de dificultad debido a la amputación. Me froté ligeramente la piel irritada de las muñecas antes de proceder a soltar a Ethan y Hoydt. Este último lanzaba suspiros de dolor contenido debido al hombro dislocado.

Una vez liberados, Mark se ofreció a ponerle el hombro en su sitio a Hoydt, pero se negó.
-Gritaré –repuso- y si lo hago, atraeremos la atención de esta gente, y es lo último que queremos. Esperaré a un mejor momento, aún me puedo mover.

Decía aquello con seguridad, pero se veía claramente que le dolía. Tenía la frente perlada de sudor, el ceño continuamente fruncido en una expresión de sufrimiento difícil de disimular.
-Si no, siempre puedes esperar que sea Jane Foster quien te cure –murmuré, tratando de infundirle ánimos.

Él esbozó una sonrisa, intentando despejar de su rostro toda marca de dolor, y nos aproximamos a la puerta. Estaba cerrada desde fuera, pero no parecía que hubiese nadie que nos vigilara.
-Está bien, esto es lo que vamos a hacer –Mark se dirigió hacia el centro de la habitación y se acuclilló sobre el suelo polvoriento.

Le imitamos, colocándonos en círculo.
-En algún momento vendrán a por nosotros, no sé para qué…
-Yo sí –le interrumpí de inmediato. Miré a Ethan, que asintió, recordando la conversación- nos quieren llevar ante “los jefes”.
-¿Quiénes serán los jefes? –Preguntó Hoydt.
-Doom seguro –repuse- Deadpool me ha dicho que ha sido él quien ha orquestado todo esto. Al parecer está buscando construir una nueva Latveria, libre de superhéroes.
-¿Has dicho Deadpool? –Inquirió Ethan, incrédulo. Agité las manos.
-¡No nos perdamos en los detalles! El caso es que estaban buscando un sitio sin supervillanos, y está claro que por mucho que digamos misa sobre los militares, aquí van a campar a sus anchas. Joder, no somos capaces ni de encerrar debidamente a los malos de la vida real, como para luchar contra gente con súper poderes. –Me mordí el labio inferior- También está Cráneo Rojo, escuché a los neonazis del pueblo hablar de él.
-Y Magneto –añadió Hoydt- cuando Mística me sorprendió en el coche dijo algo sobre que debería estar agradecido de que no haya sido él quien me cogiera, porque habría estrujado mi coche como una bolsa de patatas fritas.
-Victor von Doom, Cráneo Rojo, Magneto…-enumeró Mark- ¿quién podría faltar?
-¿Kingping? –Pregunté al aire- Bullseye le mencionó cuando vio mi camiseta.
-No, Kingping, no –negó el militar- mientras espiaba el comedor escuché a Electro hablando sobre que debería darse prisa en venir. Kingping va a venir, pero aún está en su universo. Además, es mental y tiene fuerza, pero no es un gran malo.
-¿Apocalipsis? –Aventuró Ethan.
-Joder, espero que no –exclamé yo.
-No, Apocalipsis no se aliaría con nadie. Ni Thanos. Son demasiado malotes, demasiado independientes.
-Entonces Loki. Loki sí se aliaría con alguien y usaría a otros malos como peleles.

Ahogué un gritito emocionado en la garganta. Joder, Loki. Sabía que era una locura, pero me encantaría verle, aunque fuera por una vez. Pero de lejos. Sí, mejor de lejos.
-Pero no entiendo nada. Quiero decir, ¿qué impide que gente como Apocalipsis venga? A lo mejor sí que está aquí. ¿Por qué de repente se ponen todos de acuerdo? ¿Por qué no se matan entre sí?–Preguntó Hoydt.
-Bueno, acuérdate de “El Viejo Logan”, -me encogí de hombros, mientras me sentaba en el suelo y cruzaba las piernas- era cuestión de tiempo que todos los malos se aliaran entre sí. Quiero decir, ¿cuál es el porcentaje de malo por superhéroe? ¿Veinte a uno? Voom es lo suficientemente inteligente como para aliarse con quien puede ayudarle, y dejar de lado a los que simplemente lo destrozarían todo. Joder, imaginad que hubiese traído a Gallactus. No, Doom no es gilipollas.
-Bien, entonces esto es lo que haremos –repitió Mark- cuando vengan a llevarnos ante “los jefes”, tenemos que conseguir que alguno de nosotros llegue hasta el portal y lo cruce. No sabemos qué puede haber al otro lado, ni si el camino de ida es igual al de vuelta, pero si hay una posibilidad de avisar a los héroes y que nos ayuden, tendremos que usarla.
-¿Y Calibán? –Pregunté, recordándole de pronto- ¿Dónde está?
-En los conductos de ventilación –respondió Ethan. Me miró durante unos instantes- Deberías saber que Venom le ha “poseído”. –Asentí con la cabeza, instigándole a que continuara hablando. No teníamos tiempo para detalles, y no quería tener que explicar por qué sabía todo aquello. Ethan arqueó las cejas, pero continuó hablando- se metió por los conductos de ventilación para investigar, y desde entonces no sabemos nada de él. Seguramente habrá escapado.
-Tanto mejor –repuso Mark- uno menos del que preocuparse.
-¿Y quién irá? –Preguntó Hoydt. La pregunta me dejó un poco confundida, pero recordando el tema principal, se me cortó la respiración en el pecho. ¿Quién irá? ¿Quién cruzará el portal hacia el otro universo?

Mark hizo una pausa, miró a Hoydt y a Ethan, y luego a mí. Me clavó aquellos ojos verdes tan profundamente que sentí que algo dentro de mí se agitaba, y no tenía nada que ver con los nervios y el miedo sufridos durante los últimos días. Fui repentinamente consciente de mi propia respiración. Exhalaba suspiros entrecortados por la boca, casi jadeos. Él me miraba como nunca antes lo había hecho, como si quisiera decirme con los ojos todo lo que jamás habíamos conseguido decirnos. Sentí ganas de llorar. Me miró durante un rato que se me hizo eterno, y cuando abrí los labios para hablar, se volvió y continuó su discurso.
-Lo ideal sería que pudiésemos ir todos, porque lo más seguro es que acaben matando a los que se queden. Pero si llega el momento, creo que es Jamie quien debe cruzar el portal.

Pegué un pequeño brinco de sorpresa, y los chicos le miraron.
-Nosotros podremos retener a los malos el tiempo suficiente para que ella huya, y los héroes se sentirán más inclinados a ayudar a una mujer desvalida. Podrá escabullirse mejor, y conoce el universo tan bien como nosotros.

Agaché la mirada, sabiendo que todos tenían las suyas puestas en mí. No sabía si me había sonrojado, pero sentía mucho calor en la cara. Todo lo que estaba diciendo Mark tenía mucho sentido, claro que lo tenía. Pero en el fondo tuve la corazonada de que me había elegido a mí porque… porque quería tenerme a salvo. Porque quería que huyera. Tuve la corazonada de que si me iba, y no regresaba para ayudarles, se seguiría quedando tranquilo, porque ese había sido su objetivo principal. Cerré los ojos, respirando profundamente. Un pensamiento rápido se me pasó por la cabeza; si cruzáramos los dos, si consiguiésemos llegar al otro lado, quizá podríamos encontrar la felicidad que no encontrábamos en este mundo. Quizá podríamos estar juntos, porque todo allí sería diferente.
-Lo haré –respondí, aún sin mirarles. De nuevo aquella sensación de hormigueo en las yemas de los dedos- No sé si conseguiré encontrar el portal a tiempo, o si llegaré al universo Marvel. Pero lo intentaré. Intentaré ir al otro lado y buscar ayuda.

De pronto escuchamos ruido al otro lado de la puerta, y nos incorporamos. Me alcé con pánico, mis piernas se habían convertido en gelatina de nuevo. ¡Acababa de tomar la resolución de irme! ¿No podían esperar un poco, a que me hiciera a la idea? Miré a Mark con pánico, y él me puso una mano en el hombro. Escuchamos que se corría el cerrojo de la puerta.
-¿Atentos? Cuando entren, nos tiramos sobre ellos –murmuró Mark.

Ethan y Hoydt, que ni siquiera habían tenido tiempo de protestar por su decisión, asintieron. Las bisagras de la puerta chirriaron durante unos instantes, y reconocí al instante la melena de Dientes de Sable. Sin esperar un instante, sin pensar, sin dejar que los chicos hicieran la carga, cerré los ojos y corrí. Corrí, escabulléndome entre los sorprendidos brazos del mutante. Corrí esquivando sus brazos, esquivando el marco de la puerta, que me rozó el muslo. Escuché un rugido de sorpresa a mi espalda y abrí los ojos para ver a Juggernault al final del pasillo. Derrapé por el pavimento, arrancando un chirrido a la suela de mis botas, antes de detenerme y tomar la dirección opuesta. Joder, no tenía ni puta idea de hacia dónde estaba yendo.

Sí, coño, hacia abajo. Tenía que ir al sótano, allí estaba el portal. Escuché movimiento a mi espalda, gritos, exclamaciones. El corazón me latía alocadamente, pero no me permití girar la cabeza, ni siquiera cuando escuché aquellos pasos gigantes corriendo tras de mí. Corrí, jadeando, casi gritando, rogando porque detrás de cada esquina no hubiese nadie esperándome. Crucé varios pasillos, intentando que Juggernault me perdiera de vista. Abrí puertas casi embistiéndolas con el hombro, hasta que finalmente encontré unas escaleras que descendían. Bajé los escalones de tres en tres, se me detuvo el corazón cuando resbalé en uno y me tuve que sujetar de la barandilla oxidada, que cedió bajo mi peso. A mi espalda, la puerta que había cerrado tras de mí, literalmente saltó por los aires en mitad de un sonido atronador, y un trozo de madera se me clavó en la espalda, mientras otro más grande me golpeaba la cabeza.

Aturdida y terriblemente adolorida, me obligué a ponerme en pie y continuar corriendo. Juggernault me pisaba los talones, y si me cogía, si me embestía con su casco, podría darme por muerta. No había mayor motivación que aquella para seguir corriendo.

La puerta del sótano estaba abierta, y al entrar encontré la habitación a oscuras, tan solo iluminada por la luz de la puerta abierta a mi espalda. Sin embargo, la cerré rápidamente, envolviéndome en la más absoluta oscuridad. Antes de cegarme por completo había alcanzado a ver un par de puertas más, que conducirían al exterior o a pequeños armarios, pero eran sólo suposiciones. Un sonido atronador al otro lado de la puerta me arrancó un grito, y una sarta de maldiciones me indicó que mi perseguidor había resbalado por las escaleras, igual que yo, y ahora luchaba por ponerse en pie.


Con el corazón en un puño, y más asustada que en toda mi vida, decidí que aquel era el momento preciso. Tanteé las paredes en busca del interruptor, desesperada, tratando de recuperar el aliento, casi gritando de dolor con cada respiración. Me temblaban las manos terriblemente. Sólo sentía la textura rugosa de la pared, así que me lancé hacia el muro contrario, y en seguida me desorienté. No sentía nada, sólo la pared polvorienta bajo mis dedos. Al otro lado de la puerta, seguía escuchando los gritos de Juggernault, a los que se unieron otros, de otras personas. Me fallaron las piernas, pero me sostuve para no caer. Finalmente encontré el pomo de una puerta, lo así con todas mis fuerzas y abrí. Y una luz radiante iluminó toda la habitación.