-¿Entonces qué significa esto? –Preguntó Calibán al aire,
mientras se apoyaba contra la inmaculada pared de la habitación del hospital.
-Que van a salir un montón de congresistas a desprestigiar
el mundo del cómic, otra vez –bromeó Jason, desde la cama.
Habían pasado tres días desde que le dispararan, y las cosas
parecían haberse calmado un poco. No habían encontrado al hombre que abrió
fuego contra tantos inocentes, pero tampoco había vuelto a actuar, así que la
gente, poco a poco, comenzó a salir de sus casas; en pequeños grupos primero, y
luego en solitario y sólo durante el día. Parecía que se hubiese declarado una
especie de toque de queda.
-Como si les hiciesen falta muchos motivos para hacerlo
–respondió Ethan, encogiéndose de hombros.
Habíamos quedado para hacerle una visita a Jason en el
hospital, donde afortunadamente se recuperaba, tan sólo con una cicatriz en el hombro como recuerdo. Incluso hacíamos bromas sobre lo importante que debía sentirse al haber sido atacado por el mismísimo Bullseye. Porque para él no había duda alguna: había sido
Bullseye, no un tipo disfrazado. Me parecía bien que superara el trauma creyendo
lo que quisiera, pero no dejábamos de lanzarle miradas de preocupación disimuladas, ¿le habrían hecho suficientes pruebas de la cabeza? Temíamos que se hubiese quedado un poco... trastornado.
-Ahora en serio –atajó Hoydt- ¿no creéis que todo lo que ha
estado sucediendo hasta ahora…?
-¿Te refieres al robo del banco? –Pregunté yo- ¿Qué hay con
eso?
Por el rabillo del ojo vi que Jane ponía los ojos en blanco
y suspiraba. ¿Qué habrían estado hablando? Hoydt, por su parte, sacó una
carpeta de la bolsa que llevaba colgando sobre la cadera y la desplegó, revelando su contenido: al menos una
docena de recortes de periódicos, en blanco y negro, relatando todo lo sucedido hasta el momento: el robo del
banco, pequeños hurtos, asesinatos, alguna violación… cosas que, por lo
general, estaban muy lejos de suceder en nuestro pueblo, y que sin embargo se
habían estado llevado a cabo desde hacía exactamente dos semanas. Jason encogió
las piernas sobre la cama para dejar libre un espacio donde Hoydt pudiera
repartir los recortes.
Cogí la extensa noticia que hablaba del robo del banco.
“Los testigos hablan de un hombre de al menos tres metros de
altura y con fuerza sobrehumana. Vestido con un casco enorme con el que se abría
paso a través de las paredes, el atracador […]” Juggernaut… Pensarlo me
provocó un escalofrío y dejé el trozo de papel sobre las sábanas. Al hacerlo, crucé mi
mirada con la de Hoydt y este asintió, adivinando mi pensamiento. Apreté los
labios.
-Pero de momento nadie ha hablado de superpoderes. Quiero
decir, supuestamente nosotros mismos vimos al Hombre de Arena, pero nadie ha
hablado de arena moviéndose sola y haciendo maldades –comentó Ethan, echándole
un vistazo a un pequeño recorte sobre una casa que, al parecer, se había
incendiado sola.
-¿Pero de verdad estamos hablando de super villanos?
–Exclamó Jane, golpeando la cama con la palma de la mano. Los papeles se
arrugaron bajo ella- ¡Locos! Eso es lo que son. ¿No os acordáis de Kick Ass? A
alguien se le habrá ocurrido cometer algún crimen disfrazado de supervillano, y
un montón de psicópatas han ido detrás. Eso es todo.
-Pero es que no solamente van disfrazados, Jane –insistió su
marido- ¡es que son idénticos!
-¡No puedes saber si son idénticos! -Replicó ella- ¡Son dibujos! Cada dibujante los pinta de una manera, y además son en dos dimensiones, es imposible que sean idénticos a personas de carne y hueso.
Jason, quien se había mantenido en silencio hasta entonces, cogió
el recorte que hablaba de su propio ataque y lo observó detenidamente.
-A ver, parece una enorme locura hablar de que los mismos villanos
de cómic han venido a nuestro pueblo a delinquir, pero os juro que el tipo que
me disparó era Bullseye.-Afirmó con voz queda.
-Jason –negó Jane, escéptica- si hubiese sido Bullseye el que
te disparó, ¿no estarías muerto?
-Eso es verdad –admití- Bullseye tiene una puntería
magnifica, es su característica principal.
-No quería matarme –respondió Jason, mirando hacia ningún punto en concreto- Quería comprobar que
podía acercarse a un callejón oscuro y matar a alguien sin que viniese nadie a
detenerle. Mató a mi camello, le disparó directamente, y os juro que vi cómo la bala le entraba en el centro justo de la frente. -Se detuvo unos instantes, estremeciéndose. Todavía no nos había hablado del día del accidente, y los médicos nos habían aconsejado que no le presionáramos, así que ahora le mirábamos con atención, esperando- Y... yo no tuve tiempo de reaccionar. Vi la bala salir por la parte de detrás de su cabeza -tragó saliva- y de pronto algo me golpeó en el hombro, como si me mordiera una serpiente, o algo así. Me alcanzó la misma bala que había matado a mi camello.
En silencio, como los demás, alargué mi mano para acariciarle el hombro sano, con la intención de consolarle. Todo aquello era una locura. Aunque Jason estuviera tan seguro, la
teoría de Jane era la más lógica. La única lógica, de hecho. Sin embargo, había algo que no terminaba de
encajar en mi cabeza.
-Vale –repuse, mirándola- son locos que se disfrazan de
villanos de cómic para llevar a cabo fechorías o lo que sea, pero… son locos a
los que nadie conoce. Ningún grupo terrorista ha reivindicado los atentados. Nadie ha podido identificar a ninguno, sus caras están en
todos los telediarios y nadie les reconoce. Nadie, menos los nerds, que sabemos
exactamente quiénes son. Si fueran de este pueblo, lo sabríamos. Si fueran de
los alrededores, también. Incluso han salido en las noticias internacionales. Y sin embargo, es como si hubiesen llegado de la nada
y se hubiesen instalado aquí. Y ahora, han desaparecido otra vez. ¿Dónde están?
¿Dónde se ocultan?
De pronto, Calibán se atragantó a mi espalda. Tosió,
golpeándose el pecho para desatascar las palabras que se le habían quedado atoradas ahí. Le miramos atentamente, esperando que pudiera recuperar el aliento, hasta
que un claxon sonando desde la calle nos sobresaltó. Ethan se asomó por la
ventana.
-Creo que vuestro taxi ha llegado, chicas –anunció.
Jane y yo nos despedimos cariñosamente de Jason y regresamos
a casa en silencio. A pesar de la histeria colectiva, yo había vuelto a vivir
en la residencia, ya que parecía que las cosas se habían calmado un poco. Lo
que fuera que hubiese causado todos aquellos crímenes parecía que había pasado,
aunque aún no me sentía segura caminando sola por la calle.
-No te preocupes, Jane –le comenté, mientras bajaba del
taxi- si es verdad que son supervillanos, al final llegarán los superhéroes.
Siempre ha sido así.
Ella esbozó un mohín antes de que el vehículo arrancara. Con
aquella mueca quería darme a entender que no le gustaban las bromas sobre ese tema. Cómo no. Me dirigí hacia la puerta de la residencia y entré.
Tuvieron que pasar dos días más para que el pueblo terminara
de tranquilizarse. Los ciudadanos lloraron a las víctimas inocentes de toda
aquella locura, las enterraron, dejaron flores en el centro comercial y después continuaron con sus vidas, con las banderas de
los colegios izadas a media asta. Nada había vuelto a ocurrir. Hablaron, de
nuevo, de la influencia maligna de los cómics y hubo manifestaciones en todo el
país pidiendo una mayor censura en las grandes editoriales quienes, a su vez,
lanzaron manifiestos de duelo por las víctimas. Me hice una imagen mental de
Stan Lee viendo la imagen del falso Bullseye en la grabación, e imaginé cómo
debía sentirse.
Yo había reducido mis salidas al mínimo: comprar algo de
comida, respirar aire fresco y sacar la basura, todavía con la ansiedad
atenazada al estómago. Todo lo que había pasado, y con Mark tan lejos de
nosotros… no podía dejar de pensar que
lo peor estaría por llegar. Sin embargo, a mi alrededor la gente había
terminado de poblar las calles, incluso de noche, y la normalidad comenzaba a
recuperarse en nuestro pequeño pueblo. Incluso Jason parecía haber recuperado
el buen humor, a pesar de que le dijeron que jamás recuperaría toda la
movilidad en el brazo donde la bala le había alcanzado. Pero no le importaba,
decía, había sobrevivido a un ataque de Bullseye, y pocos podían ostentar ese
privilegio aparte de Daredevil.