Como en un sueño, todo parecía ir inexplicablemente rápido y
lento al mismo tiempo; los acontecimientos se sucedían a su alrededor pero eran
extrañamente ajenos a él. Como hipnotizado, Jason no podía apartar la vista del
paso rápido de los médicos, la agitación de los enfermeros y las carreras de
las camillas por los pasillos. Sentado en una incómoda silla de una de las muchas salas de espera de aquel hospital provinciano, no podía
dejar de observar lo rápido que se estaba yendo todo a la mierda.
Hacía casi un día que sus amigos habían decidido infiltrarse en el geriátrico de Calibán para averiguar qué diablos estaba pasando
allí. El plan, según el mensaje que le había enviado Hoydt antes de embarcarse
en aquella loca aventura, era que Jay tendría que ir a hacerle compañía para protegerse mutuamente, pero continuaban pasando las horas y la joven no
aparecía. Jason normalmente era un tipo bastante despreocupado, pero dadas las
circunstancias no podía evitar pensar que algo, presumiblemente malo, había
sucedido.
Desde que ingresó en el hospital una semana atrás debido a
la herida de bala en su hombro, las cosas allí no habían dejado de empeorar. A
todas horas llegaban nuevas víctimas y pacientes en servicio de urgencias y la
administración poco a poco empezaba a quedarse sin camas libres, sin personal sanitario suficiente y sin materiales. Siempre se escuchaba al jefe de enfermería
quejándose de que pronto tendrían que empezar a derivar pacientes a otros
hospitales de pueblos cercanos, pero a los pocos días aquel plan se fue al garete, pues las noticias anunciaron que las carreteras habían sido cortadas por aquellos
presuntos terroristas que habían conseguido hacerse con el control del municipio. El
anuncio se había hecho oficial aquella misma mañana, y ya había cundido el
pánico.
Un nuevo ataque, esta vez a una gasolinera, había acabado
con la vida de diez personas, dejando a cinco con heridas graves. Jason había
sido obligado a ceder su habitación y su cama a una de aquellas víctimas, y
desde entonces esperaba que le asignaran una camilla sentado en una de las
abarrotadas salas de espera. A su lado gemía suavemente una mujer que, con los
ojos cerrados, sujetaba un paño empapado en sangre contra su rostro, oculto en
su mayor parte por la tela. Frente a él, un hombre sujetaba a un bebé desnudo,
muy pequeño, contra su cuerpo; el niño no dejaba de llorar y retorcerse en
manos de aquel hombre, quien lo mecía torpemente de arriba abajo. Al poco rato
descubrió que Jason le estaba mirando, y este le devolvió la mirada.
-No es mi hijo. No sé quién es –le dijo, con una voz muy
triste.
Jason abrió la boca para decir algo, pero como las palabras
nunca acudieron a su cabeza, se limitó a encogerse de hombros.
-A lo mejor aparece la madre –dijo al fin, echando un
vistazo a su alrededor. Había un hombre tumbado en el suelo al que le estaban
aplicando unas rápidas curas sobre una quemadura que tenía cubriéndole el torso.- A lo
mejor.
El chico se llevó una mano temblorosa al pecho, buscando su
eterna cajetilla de tabaco metida dentro del bolsillo de la camisa, pero sus
dedos sólo rozaron la tela suave y fina de la bata de hospital, y aquello
acentuó sus nervios. Se frotó los labios con la yema de los dedos, mientras
observaba cómo un montón de médicos corrían a toda prisa hacia una camilla arrinconada
contra la pared. Su ocupante había comenzado a tener convulsiones, y
rápidamente algunas enfermeras trataron de inmovilizarlo. Jason desvió la
mirada, asustado y preocupado, y al hacerlo sus ojos se toparon con un rostro
conocido. Era Jane.
-¡Jason! –Exclamó ella, avanzando rápidamente. El chico se
levantó de inmediato.
-¿Qué haces aquí? –Le preguntó, mientras la observaba de
arriba abajo, buscando alguna herida o algo que la hubiese obligado ir al
hospital.
-¿Sabes algo de Hoydt? –Preguntó la chica a su vez, y luego
miró a su alrededor- ¿dónde está Jay?
-¿Jay? No ha venido todavía.
Jane dio un paso atrás, con el ceño fruncido. Iba vestida
con la misma ropa del día anterior, y con el cabello recogido en una descuidada
coleta a la altura de la nuca. Profundos surcos oscuros se abrían bajo sus ojos
azules, revelando una noche en vela. La chica había conducido toda la noche de
vuelta de casa de su madre para regresar al pueblo, y lo había hecho justo
antes de que algunos de aquellos terroristas tomaran las carreteras de acceso.
A pesar de que Hoydt había prometido llamarla cuando regresaran de la incursión a la residencia de ancianos, aquello nunca sucedió. La propia Jane trató de ponerse en
contacto con él, pero tenía el teléfono apagado, al igual que Ethan, Mark y
Calibán, a cuyos números había recurrido al no encontrar respuesta en el de su
marido.
Presa de la preocupación, y recién llegada al aislado rancho
de su madre, Jane dejó a las mascotas al cuidado de la buena mujer y puso rumbo
de nuevo a su pueblo, para buscar a su marido. Al llegar, su casa estaba vacía,
exactamente igual que como la dejó al marcharse. Hoydt no había pasado la noche
allí. Desconcertada y asustada, decidió ir a buscar a los dos únicos amigos que
sabía que estarían bien, pues el hospital era todavía una zona segura. Pero
ahora, según Jason, Jay había desaparecido.
-Es imposible, yo la dejé aquí ayer, la vi entrar por la
puerta –insistió la mujer, sentándose en la silla libre que había dejado Jason
al levantarse.
-No sé… a lo mejor se ha ido a casa de sus padres –conjeturó
el chico, encogiéndose de hombros.
-¿Cómo, si no tiene coche? –Jane se rascó la frente,
mientras se volvía a levantar, nerviosa- ¿dónde se habrá metido esa tonta?
-Pero ¿tú estás bien?
-¿Qué? ¡Cómo voy a estar bien, Jason, Hoydt ha desaparecido!
–En mitad del grito a Jane se le quebró la voz, pero debido al alboroto que
había a su alrededor nadie pareció darse cuenta. Al fin y al cabo, por todas
partes había gente gritando, en mitad de un ataque de histeria o de puro dolor.
Máquinas y médicos ensordecían el poco silencio que podría restar bajo las
quejas de los pacientes, y el resto era el sonido persistente de los teléfonos y algunos murmullos. No,
nadie parecía darse cuenta de la angustia de Jane, una mujer embarazada que
había perdido a su marido. Quizá porque el hospital estaba lleno de historias
similares.
Jason alargó su brazo libre, titubeante, para rodear los
hombros de la chica y la arrastró hacia el pasillo. La cafetería había dejado
de servir comida porque no daban abasto y las existencias se habían acabado
hacía horas, pero todavía quedaban mesas y sillas donde sentarse y hablar, así
que el chico decidió que era el mejor lugar al que llevarla para recomponerse
un poco. Sin embargo, no llegaron a dar más de dos pasos en aquella
dirección, pues de pronto un sonido rápido y estridente, como una máquina de
escribir pulsada a toda pastilla, silenció el resto de ruidos que hasta
entonces habían constituido el hilo musical del hospital.
La gente gritó y se lanzaron sobre el suelo, y Jane tiró de Jason
hasta que quedaron protegidos por una pared, abrazados y pegados a ella. Los
disparos de la ametralladora cesaron, y una voz femenina se alzó para llenar el
silencio que había dejado tras aquella dramática entrada.
-Atención, damas y caballeros. Estamos tomando este hospital
por la fuerza de las armas. Lo único que necesitamos son los laboratorios y una
lista de equipamiento que se le será facilitada al director de esta
institución.
Jason y Jane se asomaron lentamente para observar a la
persona que daba el discurso. Era una mujer increíblemente atractiva, de
pómulos altos y ojos claros, aunque uno de ellos quedaba oculto bajo su cabello, largo y muy negro, al que la luz arrancaba destellos verdes, en conjunto con el
traje de látex ceñido que cubría su cuerpo. La acompañaban cuatro hombres con un uniforme militar
pasado de moda, diseño de los años cuarenta, de color verde oscuro y con una insignia
amarilla y verde en el hombro. Hail,
Hydra.
-¿Quién es? –Susurró Jane, quien era la menos versada en
historia de Marvel de todo el grupo.
-Eh… -titubeó Jason, tragando saliva- Viper. Madame Hydra.
-¿Hydra? ¿Los del Capitán América?
-Sip.
Un hombre trajeado se había aproximado hasta Madame Hydra,
visiblemente asustado. Llevaba una identificación en forma de tarjeta de
hospital colgada del bolsillo delantero de la camisa, y por su frente ancha
corrían gotas de sudor. Era el director del hospital, y ahora trataba de
hacerle frente a las exigencias de Hydra. La mujer intercambió algunas palabras
con él, mientras los soldados uniformados apuntaban a los testigos, demasiado
asustados para moverse. Tras facilitarle una hoja de papel rellena de
instrucciones, Madame Hydra se volvió hacia el resto.
-Ahora este hospital es nuestro. No nos interesan sus
pacientes y mientras no entorpezcan nuestro trabajo, nosotros no entorpeceremos
su recuperación. Que nadie haga tonterías, tenemos soldados apostados en cada
pasillo, en cada sala; al más mínimo conato de insurrección le sucederá la
muerte. ¡Hail, Hydra!
La exuberante mujer comenzó a volverse cuando Jason sintió
que Jane se tensaba junto a él. Sin mirarla, pensó que quizá estaba comenzando
a sufrir una crisis nerviosa, mientras el resto del personal sanitario trataba
de recuperar el ritmo normal, eso sí, con miedo de hacer algún movimiento
brusco que incitara a la ira de los hombres armados. Sin embargo, aquella idea
le abandonó la mente inmediatamente después de que Jane se soltara de su brazo
y comenzara a avanzar, con seguridad fingida, hacia
Viper.
-Oye –le espetó Jane, poniéndose en jarras. Desde donde
estaba, su amigo pudo ver que le temblaban los hombros. No supo si de pura
resolución o de miedo.
Viper se volvió hacia ella, enarcando una ceja.
-¿Sí? –Preguntó, cruzando los brazos.
-¿Tú eres de las que vive en el geriátrico de las afueras?
–Preguntó Jane. Su voz se hizo haciendo débil conforme Viper se aproximaba a
ella, pero no se movió un ápice, ni siquiera cuando la villana la examinó de
cerca.
Dos de los guardias volvieron sus armas hacia ella
violentamente, y Jason dio un paso al frente instintivamente.
-¿Y tú quién eres? –Le susurró la mujer, demasiado cerca del
oído.
-Me llamo Jane. Y… quiero saber dónde está mi marido.
-¿Y ese? –Preguntó Madame Hydra, haciendo un gesto hacia
Jason con la barbilla.
-Jason –respondió él- soy su amigo.
Viper miró a ambos con una media sonrisa, y comenzó a
caminar en torno suyo.
-¿Y por qué debería saber dónde está tu marido?
La interpelada se volvió hacia ella, nerviosa. No le gustaba en
absoluto perder el control en ninguna situación, y estaba claro que el control
en aquel momento lo ostentaba la mujer de verde. Hoydt siempre la regañaba por
ser demasiado impetuosa, incluso temeraria, y aunque era consciente de que en
una situación como aquella lo lógico y prudente era mantener un perfil bajo y
una actitud sumisa, el interior de Jane ardía en rebeldía.
-Porque ayer fue al geriátrico donde os habéis escondido, y
no ha vuelto. Quiero saber dónde está.
Rápida como la arremetida de una serpiente, Viper alargó un
brazo enfundado en un guante verde y la agarró del pelo. Jason avanzó de nuevo,
esta vez con la intención de interponerse entre ellas, pero uno de los soldados
de Hydra dio un paso adelante decididamente y le apuntó con su fusil. Él se
detuvo en seco y alzó la única mano que tenía libre, pues el brazo herido aún
lo mantenía unido al pecho gracias a un vendaje en cabestrillo.
Un grito repentino al fondo del pasillo sobresaltó a todos los presentes, y los hombres armados se volvieron hacia la fuente
de aquel tumulto. Se escucharon una serie de disparos rápidos, del mismo tipo
de arma que llevaban los guardias que habían estado apuntando a Jane y Jason, y
Madame Hydra exclamó.
-¡Qué diablos está pasando ahí atrás!
Sin embargo, los disparos se detuvieron, precediendo a una
especie de grito agónico y aterrador, y una masa oscura gigantesca apareció
engullendo el final del pasillo. Como si fuera un violento derrame de una poza de
alquitrán gigante y aterradora, comenzó un rápido avance hacia la sala de espera. Madame Hydra desenfundó un revólver y con una
expresión decidida disparó hacia aquella masa oscura que se movía hacia ellos. Jane retrocedió, tropezando con sus propios pies,
mientras Jason se mantenía paralizado, sin poder apartar la vista de aquel
monstruo que se aproximaba a ellos. Éste, sin inmutarse por los disparos
recibidos, se detuvo ante Viper y su masa se reafirmó formando un cuerpo
humano, aún negro, con los ojos blancos y una lengua larga y serpentina en una
boca gigantesca de dientes afilados.
Le arrebató el revólver a Madame Hydra y de un gesto veloz lanzó sendas telarañas a los guardias que la flanqueaban, arrancándoles los
rifles de las manos tan rápidamente que apenas si pudieron reaccionar lo suficiente para esbozar una expresión de asombro. Acto seguido, Venom envolvió a los tres en un capullo
de redes de araña. Madame Hydra cayó al suelo, vociferando y retorciéndose, enfurecida, en su pegajosa prisión.
Jane retrocedió algunos pasos más, asombrada, y acto seguido
cogió a Jason del brazo, dispuesta a correr para seguir al tropel de pacientes desesperados
que huían por los pasillos, abandonando la sala de espera. Sin embargo sólo
pudieron dar unos pocos pasos, pues casi inmediatamente aquel monstruo gigante
se interpuso frente a ellos.
-Jane, Jason –dijo, extendiendo las manos hacia adelante. La
masa negra que era el rostro de aquella persona pareció disolverse por la mitad, revelando un rostro humano. El rostro de Calibán.
Jason dejó caer la mandíbula, floja, mientras Jane pegaba un
grito.
-¿Ca… libán? –Murmuró el chico, sin moverse.
-Soy yo. Yo… mientras íbamos al geriátrico me atacó Venom.
Pero es largo de explicar y ahora tenemos que irnos –alargó una mano para
agarrar a sus amigos, pero Jane se zafó de un gesto brusco.
-¡No pienso irme contigo!
-Pero Jane…
-¡Eres un puto monstruo, no puedes esperar que confíe en ti!
¡Podrías ser cualquiera!
-Jane, -intercedió Jason- es Venom, no Mística. No puede
cambiar de cara. Creo.
Una ráfaga de disparos les arrancó de nuevo un grito de
sorpresa, venía del pasillo que tenían frente a ellos, y tras ella escuchaban
los gritos asustados de los civiles que habían encontrado, y las órdenes de
aquellos nazis desfasados por encima de todo.
-Jane, vámonos –insistió Calibán- luego os lo explicaré
todo. Sé dónde está Hoydt.