Florencia: la ciudad que tiene todo lo que me gusta
Día 1
Después de un madrugón de tres pares de narices y un interminable viaje de cuatro horas, por fin llegamos a ¡Florencia! La catedral está cerquísima de la estación de trenes, y aunque nosotros habíamos quedado con el profesor en otro sitio, no pude evitar hacer una foto rápidamente porque, ¡joder, es la cúpula de Brunelleschi!
¡La puta cúpula de Brunelleschi!
Y nosotros habíamos quedado aquí, en la Piazza della Signoria, donde se encuentra la Fuente de Neptuno, la Loggia dei Lanzi y el Palazzo Vecchio, sede del Ayuntamiento.
Esta zona, que está al aire libre, en realidad pertenece también al museo, así que hay que tratarla con muchísimo respeto. Muchas de las esculturas que hay aquí son reproducciones de las originales, que están bajo techo por motivos de conservación. Pero me parece una propuesta genial tener la oportunidad de verlas tal y como las veían los florentinos antiguamente, con la posición e intención para las que fueron creadas.
Y aunque muchas son reproducciones, me quedé muerta al saber que esta en concreto, el Perseo de Cellini (¡Cellini! Tuve que hacer un trabajo agónico sobre él), es la auténtica, que recientemente ha sufrido un trabajo de restauración.
El Palazzo Vecchio.
El interior del museo del Palazzo Vecchio. Me hubiese gustado verlo más, pero como íbamos con la clase de Museologia sólo pudimos ver el Studiolo de Francesco I, muy interesante y que me dio muchísimas ideas para mis personajes de rol.
El Ponte Vecchio sobre el río Arno. Al principio en esas casitas había peleterías, pero echaba tanta peste que en el Renacimiento echaron a todos los peleteros y pusieron joyerías. Pasar por ahí durante el día sin gafas de sol es peligroso, porque tanto oro deslumbra y hasta agobia.
Después fuimos a la Galleria de los Uffizi, donde pude robar un par de fotos al azar antes de enterarme de que estaba prohibido hacer fotos. Aquí encontré obras tan importantes como las más famosas de Botticelli, o Giotto, o ... en fin, no hay sala donde no digas "¡ostias, esta la he dado en clase!". Sobrecogedor.
Amén de todo un pasillo lleno de bustos y copias romanas de estatuas griegas, como el Doríforo. Este en concreto es Calígula, a quien se le reconoce de pleno.
¿La putada? Que yo estaba convencida de que en los pisos inferiores habría más obras, pero mis amigas no, así que estuvimos dando vueltas por las mismas salas hasta la hora del cierre, y cuando fuimos a salir nos dimos cuenta de que sí, sí que había más salas. Así que las obras famosas de autores como Caravaggio las vimos corriendo, y nos perdimos tantas como Los Borrachos, que tenía tantas, tantas ganas de ver al natural...
Y después de cenar y dar una vueltecica noctura, nos fuimos a la cama ¡buenas noches!
Día 2
Nos levantamos temprano, algunas con más ánimo que otras (en este viaje nos habíamos juntado con Bárbara e Isa, quienes salieron de fiesta la noche anterior), y fuimos corriendo a ver lo mucho que no habíamos podido ver de la ciudad el día anterior. Como por ejemplo el Palazzo Pitti, al que no tuvimos tiempo de entrar.
Cosa graciosa, andar por Florencia era misión imposible porque justo pillamos la Maratón de la ciudad y estaban todas las calles cortadas. Cruzar de una acera a otra era completamente agónico. Por eso me ha salido una foto tan churra de las tiendas del Ponte Vecchio.
Y de nuevo en la Piazza della Signoría. ¿Veis que tanto el Miguel Ángel como la estatua de al lado miran al mismo lugar? Es una amenaza de los florentinos de la época hacia Roma (que por lo visto está en esa dirección), quienes, habiendo proclamado la República, no temían el poder de la gran capital.
Y en contrapartida, el Perseo de Cellini, que está en frente y es posterior, les mira amenazadores con la cabeza de Medusa en la mano, símbolo de que los Medici están aquí y os van a patear el culo, republicanos mamones.
¿Lo veis?
Il Duomo de Santa Maria del Fiore. Impresionante por fuera, un poco decepcionante por dentro, especialmente la cúpula. Vasari no es un pintor que me guste especialmente.
La tumba de Brunelleschi.
El Campanario de Giotto, precioso en toda su envergadura.
Y aunque la noche anterior las había visto con claridad, no llevaba la cámara y al día siguiente fue imposible hacerle fotos a las puertas del Paraíso de Ghiberti, que son preciosas. Lástima.
Vistas desde la ribera del río.
El ponte de Santa Trinidad a un lado.
La orilla de enfrente
La parte trasera del Ponte Vecchio a otro.
Después fuimos a la Galería de la Academia, donde tampoco se pueden sacar fotos. Pero ¿a quién le importa? Ver al David ahí, en toda su inmensidad... se te caen las bragas al suelo.
Y después, sorteando atletas y aficionados que les lanzaban gritos de ánimo... la última parada: Santa Maria Novella, de Alberti. Una de mis iglesias favoritas. Y encontrártela ahí, pum, como un sopapo en toda la cara.
Por cierto, profesor mío de Historia del Arte del Renacimiento, Lorena y yo te lanzamos un saludo y un recuerdo a ti y a tu santa progenitora.
Y se acabó. Después sólo hubo un agónico viaje de vuelta con nuestra típica parada en Attigliano (esa, por supuesto, que no falte) y pervertido raruno incluído, que sacaba fotos de estrangis a todas las chicas. Un viaje completito, vaya.
Conclusión
Con Florencia me ha pasado como con Roma, y al revés que con el resto de ciudades italianas que he conocido. Como ciudad no es gran cosa, es bonita pero no se te queda la boca abierta. Sin embargo, su contenido en arte es impresionante, te quita el aliento. Parada obligatoria. De hecho, hemos decidido volver más adelante para ver de nuevo todo aquello que se nos pasó por alto.