Cuando quise gritar, otra mano me tapó la boca, y luego
sentí que me arrastraban. Los guantes estaban pegajosos, pringados de algo que
decidí que no quería saber. Me dejé arrastrar ¿qué importaba ya? Había sido tan
idiota que me habían descubierto, y ni siquiera había podido llegar a entrar en
la residencia de ancianos. Me lo tenía merecido. Afrontaría las consecuencias,
me presentaría delante de quien fuera y trataría de escapar, si es que no me
mataban antes.
Sin embargo, aquel personaje y yo nos detuvimos a los pocos
pasos. Sin quitarme las manos de la cara, sentí una voz masculina que me
susurraba en el oído. Con acento canadiense me pidió que no gritara. Después,
sus manos me liberaron, y yo abrí los ojos, algo cegada por la repentina luz
del sol. Me volví con rapidez, y cuando vi al que había sido mi captor no
grité, pero tuve que contenerme. Porque allí estaba, enfundado en un traje de
lycra rojo y negro. Deadpool. Quise gritar, pero no de miedo. Quise gritar como
una fan en un concierto, quise lanzarme a sus pies y rogarle que me firmara el
sujetador. Pero la sorpresa me dejó paralizada. Él sólo alzó las palmas de las
manos hacia arriba, y luego se llevó un dedo a lo que adiviné serían sus labios,
cubiertos por la máscara.
Señaló a un punto por encima del seto tras el que nos
ocultábamos, y miré hacia allí. En el suelo había un montón de… trozos de
persona, y sangre, mucha, mucha sangre. Retorcí la boca y dirigí mi vista de
nuevo a Deadpool, quien insistió para que volviera a mirar. En la puerta de la residencia, sobre la escalinata de entrada, un
tipo gigantesco había salido y miraba al exterior. Iba enfundado en un traje gris. Rhyno. Miró al suelo, a los restos de lo que había sido la pequeña
representación del partido Nazi en mi pueblo, y luego gruñó. Masculló algo que
yo no alcancé a oír antes de verle entrar de nuevo.
Tragué saliva, y luego miré hacia el antihéroe que más me
gustaba en el mundo. Tenía tantas preguntas en mente, tantos pensamientos pugnaban por salir de mi boca, que finalmente sólo pude darle forma al más tonto.
-¿De verdad eres tú? –Pregunté con voz queda.
-El mismo –repuso él, dando un gracioso brinco antes de
comenzar a caminar. Lo hizo en dirección contraria a la entrada del geriátrico. Miré hacia allí por encima del hombro unos instantes antes de
seguirle.
-¿Me estás diciendo en serio que eres el verdadero Deadpool?
–Insistí, aun con cierta timidez, y aún más estupefacción.
-Por lo menos no me has confundido con Spiderman –repuso él,
rascándose el trasero. No pude reprimir una sonrisa.
Quise preguntarle si me quería enseñar la putrefacción de
su rostro, pero me contuve. Quizá no
sería agradable para él, y lo que menos me apetecía en el mundo es que Deadpool
se cabreara conmigo. Quién sabe de lo que sería capaz, al fin y al cabo estaba
loco. Rodeamos el tabique de una casa y trepó por el muro del jardín. Le seguí, no
sin cierta dificultad, hasta caer patosamente al otro lado.
-¿Puedo preguntarte algo? –Pregunté, jadeando, mientras me
sacudía el polvo y la tierra del pantalón.
-Eso ya es una pregunta.
-¿Por qué estás aquí?
-Porque he visto eso –señaló en algún punto de mi pantalón.
Miré hacia abajo y vi un muñequito que llevaba colgando del bolsillo. Era mi
llavero. Mi llavero con un muñeco de plástico de Deadpool. No sabía si me había
sonrojado, pero comencé a sentir calor en las mejillas.
-¿Me has salvado porque llevo un llavero de ti?
-Una fan es una fan. Y la verdad es que no tengo muchas
–respondió él, encogiéndose de hombros- aunque las tías en este universo dejan
bastante que desear.
-Lo sé –asentí. Luego sacudí la cabeza- Espera, no era eso
lo que quería preguntar. Te preguntaba que por qué estás aquí, con los malos,
en mi ciudad. ¿Van a venir los demás héroes? –Pregunté, esperanzada.
-No, qué va, ellos no tienen ni idea. Yo he venido porque se
me hacía raro que hubiese un universo sin uno como yo –respondió él,
señalándose con los pulgares- así que me colé para venir.
-¿Te “colaste”? ¿Dónde? ¿Hay alguna especie de puerta
secreta o qué?
-¿Has visto Stargate?
Pues algo así, pero menos cool.
Digamos que Doom no tiene lo que se dice “sentido de la estética” ¿comprendes?
–El personaje de cómic se sentó sobre una pila de cascotes y se rascó la cabeza
por encima de la máscara.- El caso es que parecía que se estaba montando una
fiesta divertida, ya sabes, ¿Rhyno y Bullseye juntos? Pensé que debía ser digno
de verse.
Me senté sobre una boca de incendios, extendiendo las
piernas frente a mí. No podía dejar de mirarle. Deadpool era exactamente como
me lo había imaginado. Era bastante alto, llegaría aproximadamente al metro noventa, y sus apretados músculos
abultaban por debajo de la lycra, y las katanas sobresalían por sus hombros,
cruzadas a su espalda. Llevaba un cinturón con varias ametralladoras y
pistolas, y algunas bolsitas con contenido cuestionable. La hebilla, una
caricatura de él mismo. No pude evitar sonreír, mientras trazaba círculos en el
suelo con la punta de la bota.
-Pero visto que las mujeres aquí no son nada del otro mundo
(¿lo has pillado? Del otro mundo. Soy tronchante), y que sólo hay malos y tal, creo que voy a
volver pronto.
-¿Qué? ¡No! No, por favor –me levanté rápidamente y me
aproximé a él, poniéndole las manos sobre los muslos.
-Era divertido al principio. Ya sabes, la gente se hacía
fotos conmigo (aunque la mayoría pensaba que era Spiderman). Además, era
agradable caminar por la calle y no tener que matar a nadie, y que nadie
intentara matarme. Pero luego empezaron a venir más y más malos y…
- No te vayas, no puedes dejarnos. –Rogué, aumentando la
presión de mis dedos sobre sus muslos. Sentí que algo crujía en su piel ¿una
costra? Contuve el impulso de quitar la mano- Eres el único “bueno” con
superpoderes aquí.
-¿”Bueno”? –Se mesó la barbilla, como sopesando lo que
acababa de decirle. Le escuché murmurar algo, casi vi cómo aparecían cartelitos
con diferentes pensamientos sobre su cabeza.
¿Era todo aquello
real o de verdad estaba perdiendo el juicio? ¿Cómo lo habían llamado en los periódicos las últimas semanas? ¿Histeria
colectiva? ¿De verdad lo que sentía bajo mis dedos era la piel caliente de las
piernas de Deadpool? De nuevo estuve a punto de pedirle que se quitara la
máscara, pero volví a contenerme. En los cómics, había gente que vomitaba al
verle. Y lo que menos me apetecía era vomitar al ver a mi héroe favorito.
Finalmente, Deadpool se puso en pie de un brinco y yo retrocedí.
-¡Está bien! Voy a ayudarte.
-¿En serio? Oh, te prometo que si todo esto se soluciona,
encontraré la manera de hacerte unas chimichangas –exclamé, abrazándolo.
Él me rodeó con sus fuertes brazos, pero sentí que una de
sus manos serpenteaba por mi espalda y me apretaba una de las nalgas. Solté el
abrazo rápidamente y le di una patada en la espinilla.
-Tampoco flipes, que sé cómo eres por debajo –repliqué,
señalándole elocuentemente con el dedo.
-Tenía que intentarlo –repuso él, encogiéndose de hombros.
Comenzamos a caminar de nuevo, y esta vez reconocí el camino
hacia la residencia. Deadpool me hacía señas constantemente para que me
mantuviera callada y agachada, mientras él reconocía el terreno. A veces
parecía un militar experto y otras… otras parecía un capullo haciendo el tonto.
Tuve que contener las carcajadas en un par de ocasiones. Era la situación
más absurda en la que me había encontrado en toda mi vida.
-Oye –mascullé, mientras rodeábamos el muro exterior de la
residencia de ancianos- ¿has dicho que el portal lo ha hecho Doom?
Él asintió, mientras inspeccionaba la altura del muro. Unos
dos metros, fácil de trepar.
-¿Víctor von Doom? ¿Y por qué? –Insistí. Quería todos los
detalles antes de que comenzaran a pasar cosas más urgentes y peligrosas.
-Porque este es uno de los pocos universos sin superhéroes
–repuso- se quiere hacer una Latveria mundial, ¿y quién se lo impedirá? Ninguno
de esos patanes que ha traído aquí se atreve a llevarle la contraria.
-He escuchado que está Cráneo Rojo.
-El bueno de Cráneo. Ése quiere reconquistar Polonia. No lo
sé. ¿Quién sabe lo que pasa por la mente de un loco?
Reprimí una sonrisa, mientras él comenzaba a trepar el muro.
Sí, quién sabe.