Al divisar la frontera desde lejos, Claudia dio un volantazo
para salir del asfalto, y redujo la velocidad del coche de golpe, levantando
una nube de arena a su paso. La grava rechinó bajo las ruedas hasta que estas
se detuvieron. La joven golpeteó el volante con los dedos y miró de nuevo hacia
la frontera. Después, consultó su reloj de muñeca. Aún era demasiado temprano.
Agotada y frustrada, apoyó la frente sobre el volante.
Claudia llevaba más de tres años siguiendo a su amo, Yasshiff, en una constante
persecución por toda Sudamérica. Huyeron de la plácida camarilla europea cuando
una setita les metió en un lío de veinte pares de narices, y, al parecer, al
sabbath sudamericano no le hacía mucha gracia la facilidad con la que cambiaban
sus lealtades. Así pues, habían sido tres años muy largos, huyendo de aquí para
allá, siempre al borde de la muerte, evitando grandes urbes y cainitas.
Y aunque Claudia era bastante escéptica, Yasshiff estaba
casi seguro de que en Estados Unidos encontrarían un lugar para ellos. Él sabía
que existía gente que estaría dispuesta a pagar mucho, mucho dinero para que
alguien resolviera sus conflictos de una forma discreta (o no tanto) y eficaz.
Quizá no fuera una solución definitiva, pero tendrían tiempo y sustento hasta
que llegaran al extremo norte del continente. Y entonces, ya verían.
En cualquier caso, para lograr el sueño americano tendrían que cruzar la frontera que separa los
Estados Unidos con México, y habían llegado demasiado pronto. Así que tocaba esperar,
pues abrir el maletero del coche con un vampiro en letargo dentro, a plena luz
del día, no era plato de buen gusto para nadie, y menos aún para los agentes de
aduanas. Además, a Claudia se le estaba acabando la munición.
Eran casi las siete de la tarde, así que sólo faltaría poco
más de una hora para el anochecer. Podía ir haciendo tiempo. De alguna manera.
Miró a su alrededor, sólo desierto y más desierto. Había retirado la capota del
coche cuando tomó el relevo de Yasshiff a la hora de conducir, porque le había
parecido tan de película, yendo por el desierto en un Ford sin capota. Pero
ahora que estaba quieta, el sol que descendía en el horizonte apretaba
demasiado, y se le había olvidado cómo se subía.
Suspiró y decidió liarse un cigarrillo para entretenerse
durante algunos minutos. Sin embargo, al inclinarse hacia la guantera, pasó
algo. Escuchó un zumbido pasando a escasos centímetros de su cabeza, y un
pequeño golpe contra el interior de su puerta. Era un dardo. Había un puto
dardo clavado en la tapicería. Claudia procedió a quitarse el cinturón de seguridad
rápidamente y se lanzó contra el asiento del copiloto. Lo echó hacia atrás y se
parapetó entre el freno de mano y la puerta. La pistola estaba bajo el asiento,
así que no le costó recuperarla hasta que un segundo dardo destrozó el
retrovisor. Los cristales saltaron con tanta fuerza que la cegaron por un
instante. Alguien la estaba atacando, desde algún lugar, con… ¿dardos? Había
visto mierdas raras en su vida, pero la raza humana siempre inventaba alguna
memez con la que sorprenderla.
Miró hacia el sol. Sólo quedarían unos tres cuartos de hora
para el anochecer. Mierda. En la recámara sólo tenía la mitad de la munición, y
no tenía balas a mano. Echó una rápida ojeada por encima de la puerta, pero no
logró ver nada. Sin embargo, sus atacantes ya debían haberse dado cuenta de que
iba armada, así que pasaron de los dardos a las balas. Agujerearon la puerta de
unos cuantos disparos, que afortunadamente no atravesaron la dura estructura
del coche americano. Sin embargo, no iba a aguantar mucho.
Claudia disparó al aire un par de veces, mientras regresaba
al asiento del conductor para encender el motor y salir echando leches de allí.
Le entró pánico al pensar que podrían reventar el depósito de gasolina de un
disparo, y calcinar a Yasshiff. Sin embargo, al hacer aquello se expuso más de
lo que había calculado, y una bala le penetró el hombro derecho. Ella gritó,
asiendo de nuevo la pistola. Lanzó unos cuantos tiros más al aire, mientras le
devolvían el fuego. La mano derecha estaba casi inservible, pero se las apañó
para dar el contacto.
Sin embargo, en el siguiente fuego cruzado, Claudia escuchó
con pánico cómo había vaciado el cargador. Apretó el embrague a fondo antes de
arrancar, pero, de la nada, una escopeta del tamaño de su brazo la estaba
apuntando directamente a la sien.
-Como te muevas, puta, te vuelo la cabeza–tenía un fuerte
acento sudamericano, y Claudia descubrió con placer que una de sus balas le
había reventado una oreja. Era un ghoul, aquello estaba claro. Un puto ghoul
con ofuscación. Mierda de caitiff, Yasshiff no había podido enseñarle nada
útil.-Saca las llaves del auto.
-Vale, tranquilo –la joven dejó caer la pistola sobre el
asiento del copiloto y quitó la llave del contacto- ya está. Vamos a llevarnos
bien.
-Cállate –ladró- ahora sal despacio –abrió la puerta con una
mano, mientras la otra estaba firmemente sujeta a la escopeta.
Claudia puso un pie sobre la arena, y luego el otro. Se
levantó con dificultad, llevándose una mano a la herida. Sangraba bastante,
pero por experiencia podía aproximar que no era demasiado grave. La obligó a
caminar unos cuantos metros, hasta que descubrió una furgoneta azul aparcada
tras una duna. Una vez allí, hizo sentarse a la chica con la espalda contra el
vehículo, y sin dejar nunca de apuntarla, sacó un móvil del bolsillo y marcó un
teléfono de memoria.
-¿Bueno? –Dijo, clavándolee los ojos- Sí, ya está. La caché.
Me costó un poco, pero aquí está la puta. Ahora mismito la llevo para allá. Nos
vemos.
Cuando el hombre desvió la mirada para colgar el teléfono, Claudia se
lanzó sobre la escopeta, desviando el cañón de su cuerpo, y derribando al
hombre. Le dio unos cuantos puñetazos con la mano torpe que sirvieron, al
menos, para quitarle el arma. Después, subió a la furgoneta, aliviada de que
estuvieran las llaves puestas, y arrancó. Pero antes de que pudiera meter
primera, escuchó un golpe sordo que pareció venir de muy lejos, pero debió ser
su cráneo, pues de pronto se puso todo negro, y la vista dejó paso a un dolor
palpitante en un lado de la cabeza. Claro, había más de uno. Vencida por dos
putos ghouls.
Antes de perder el conocimiento, sólo pudo pensar qué sería
de Yasshiff si le encontraba la policía.