Prólogo

Era extraño. Hacía diez minutos que estaba despierto, y ella  todavía no le había abierto el maletero del coche. Era muy extraño. Al principio pensó que se había despertado cuando todavía había luz,  pero pasados quince minutos comenzó a inquietarse.
Fuera no se oía nada, aunque le rondaba una sensación extraña, como de desasosiego. Golpeó el maletero desde dentro, y la llamó por su nombre. No hubo respuesta. Por suerte, podía abrir el maletero desde dentro con facilidad, así que reptó sobre los asientos posteriores hasta que se vio de pie sobre el coche. Era de noche, y el vehículo estaba vacío, con la capota retirada. No se veía un alma alrededor, y todo parecía en calma. Nunca le había gustado la calma.

Por fin, su vista reparó en que el retrovisor del copiloto estaba roto, y el asiento se encontraba retirado hacia atrás. Se inclinó sobre él y echó a faltar la pistola, aunque había varios cartuchos de bala desperdigados por ahí. Aún estaban calientes.
Nervioso, paseó la vista por el resto del vehículo, pero no fue hasta que descubrió la sangre que no sintió una poco familiar sensación de desazón a la altura del estómago. ¿Qué coño había pasado? Estaba todo cubierto de sangre. Menos la puerta. No había sangre en ninguna puerta. ¿Cómo habría salido? Incluso si hubiese saltado por encima, habría gotas cubriendo la puerta. Pero nada. Empezaban en el asiento, y seguían por el suelo al otro lado. Alguien le había abierto.

Siguió rápidamente el rastro de la sangre. El viento había borrado las huellas, pero pudo apreciar al menos, un par. Unos pies pequeños, de mujer, y otros más grandes. Corrió por el desierto unos cuantos metros, hasta que llegó detrás de una duna. Allí sólo había más sangre, y unas huellas de neumáticos. Nada más. Se la habían llevado.

Se llevó una mano a la cabeza, desconcertado. ¿Por qué? ¿Por qué ahora, tan lejos? Llevaba días sintiéndose perseguido, pero pensó que eran imaginaciones suyas. Y ahora se la habían llevado.
Las huellas de neumático acababan en la calzada, y allí se perdían. La había perdido. Dio varias vueltas sobre sí mismo. Tenía que tranquilizarse, Claudia era lista. Había sangre, pero no de una herida mortal. Había varias huellas, aquello significaba que podía andar sobre sus propios pies, quizá sólo la habían herido en alguna extremidad superior. No podía luchar, pero podría correr. No era la primera vez que le tocaba escapar de alguna situación extrema, y era una total inútil como ghoul, pero confiaba en que pudiera apañárselas hasta que pudiera ir en su busca.

Regresó al coche rápidamente y se dispuso a meterse dentro cuando algo llamó su atención. Algo en el suelo, cubierto de polvo. Un dardo.
Arrancó, y en su huida levantó una nube de polvo que removió cualquier resto de sangre.

No es que le preocupara, es que nadie tocaba sus cosas.