Yasshiff miraba preocupado el reloj del coche. Ya eran las
cuatro de la madrugada y todavía estaba en la carretera. La estúpida de su
ghoul había estropeado el mecanismo para cerrar la capota, y aunque podía
fundirse con la tierra, quería aprovechar hasta el último minuto de oscuridad
para encontrar una gran urbe en la que comenzar a buscar. Nervioso, golpeó
repetidas veces el volante con una mano. Maldita sea. Sintió ganas de
dispararle a alguien.
Nada más darse cuenta de la desaparición de Claudia, había
conducido hasta la frontera, aparcando un poco lejos para que no vieran el
estado del coche, y les había preguntado a los agentes de aduanas si había
pasado algún vehículo aquella noche. Sin embargo, aquel no era un paso muy
concurrido, y desde hacía varios días nadie cruzaba por allí. Frustrado,
Yasshiff había regresado al coche y puesto rumbo a la primera ciudad que
saliera a su paso. Tenía que empezar por algún sitio.
Tras conducir una gran cantidad de horas, y sin dejar de
desviar la vista hacia el horizonte, esperando, temeroso, alguna señal de luz, Yasshiff por
fin divisó una ciudad a lo lejos. Bueno, llamarla ciudad era algo optimista.
Más bien parecía que alguien había olvidado algunas casas y edificios allí, y
estos habían sido poblados por gente que había nacido ya anciana y decrépita. Abandonó el coche a las afueras, porque supuso que un
vehículo agujereado de balas y manchado de sangre no ayudaría a que la gente fuera más colaboradora, y
caminó hacia la ciudad. Era demasiado de noche para que la gente estuviera por
ahí, y demasiado temprano aún para que los madrugadores salieran. Así pues,
estaba prácticamente solo por la calle, excepto por algunos perros callejeros,
y gatos desapareciendo dentro de los cubos de basura.
Mientras caminaba, algo errático, buscó algún sitio donde
poder sentarse sin ser visto. Jugaba con el dardo que llevaba en el bolsillo de
la chaqueta, pendiente de no perderlo. Era su única pista, de momento, lo único
que podría llevarle ante los que se habían llevado a su ghoul. De nuevo,
reprimió las ganas de disparar. Si al menos le hubiese dado sangre a Claudia la
noche anterior, cuando se lo pidió. Pero tenían que seguir conduciendo para
salir de México lo antes posible, y él le había respondido de malas maneras que
como no aprendiera a aceptar un no por respuesta, aprendería a aceptar un
puñetazo como un no. Cerró los ojos con fuerza y se apoyó contra una pared,
derrotado. Desesperado.
Pero allí, por fin, divisó lo que estaba buscando. Habían
demolido un edificio justo en frente de donde él se encontraba. Llevaba
derruido mucho tiempo, los matojos silvestres habían estado creciendo sobre los
escombros, y nadie parecía tener intención de llevárselos a la mañana
siguiente. Una valla metálica rodeaba la obra, pero estaba oxidada y había sido
levantada por algunos lugares. Los escombros se mezclaban con la basura urbana
y el orín de gato callejero. Perfecto.
Yasshiff se encaminó rápidamente hacia allí, se coló por
entre las vallas y buscó un sitio apartado de la vista. Se parapetó tras una
pared que no estaba derruida del todo y se sentó sobre el suelo de tierra.
Después, eñ hombre hurgó en el bolsillo de la chaqueta y sacó el dardo, sosteniéndolo
entre las manos.
Tuvo que respirar profundamente un par de veces para
calmarse. No necesitaba oxígeno, pero era un rasgo humano que aún le
ayudaba a tranquilizarse. Inspiró y expiró unas cuantas veces y después
concentró sus poderes sobre el dardo. Estaba un poco nervioso, así que le costó
más de lo habitual, pero al fin las imágenes empezaron a llegar a su mente. Vio
a un hombre anciano casi calvo con los ojos azules, quizá europeo. Estaba
fabricando el dardo con cuidado, con dedos nudosos pero ágiles. Aquella imagen
se desvaneció para dar paso a otra. Pudo ver a un sudamericano, seguramente un
mexicano, conduciendo una furgoneta. Llevaba una escopeta colgada al hombro, y
hablaba con un hombre sentado a su derecha, otro mexicano. Éste estaba demasiado
ocupado cargando un rifle de dardos como para contestarle.
La imagen volvió a cambiar de nuevo, y pudo ver a Claudia
fugazmente. Se encontraba en el coche, y disparaba a ciegas por encima de la
puerta del copiloto. Después, la vio siendo conducida con brusquedad por el
mexicano, se la llevaba a la furgoneta. Y de pronto, el recuerdo, la impronta
de aquel objeto, se perdió.
Pero no le hizo falta saber más: habían ido a cazarla. El
dardo no debía tener veneno, o al menos no uno mortal. No se habrían tomado
tantas molestias para cogerla viva, podrían haberle volado la cabeza en
cualquier momento. ¿A dónde querrían llevarla? Pensó en las posibilidades, pero
no se le ocurrió ningún antiguo enemigo que pudiera hacer algo así. La gente
del Sabbath era demasiado poco sutil, la habrían matado y luego intentarían
hacerlo parecer un secuestro, o le habrían dejado alguna pista para que él les
encontrara y así tenderle una emboscada.
¿La mafia? No se habían metido con el cartel. No parecía factible. Irritado, apretó el dardo en
su mano. Además, si fueran a por él sólo tenían que haber abierto el maletero,
o haber volado el depósito de gasolina. No le querían a él. Es posible que ni
siquiera supieran que iba con ella. Alguien les había estado siguiendo desde
hacía tiempo, pero al no verle a él durante el día, podían haber supuesto que ella
había seguido sola. No tenían ni por qué saber que él era un vampiro.
Grabó a fuego la imagen de los dos secuestradores en su
cerebro, dispuesto a levantarse con la caída del sol al día siguiente y empezar
a preguntar. Dos mexicanos jóvenes en una furgoneta Renault de color azul
oscuro, quizá con una chica dentro. No era mucho, pero al menos tenía algo. Gruñó,
cada vez tenía más ganas de montar en cólera, dejarse llevar por el frenesí, y
arrancarle a alguien la cabeza de cuajo. Antes de que se dispusiera a fundirse
con la tierra, alguien apareció frente a él y le sonrió, mostrándole sus
alargados colmillos.
-No consiento a putos vagabundos en mi Dominio. Pero tú
pareces sano. Me iba a dormir, pero quizá me coma algo antes de acostarme.
Yasshiff sonrió. Quizá no necesitara esperar al día
siguiente.