Andrew&Valentine
A veces Andrew vuelve a tener ese sueño. Ese sueño donde un
monstruo de múltiples tentáculos y tan grande que el mismísimo Dios se sentiría
ofendido, salía de las agitadas aguas del mar y avanzaba por la tierra, una
tierra yerma y sin vida. Andrew no sabe a dónde ha ido todo el mundo, pero
tiene miedo porque sabe que si está presenciando todo aquello es porque él está
allí. El único ser vivo en la faz de la tierra. A parte, claro está, del enorme
ser con tentáculos.
Al principio, el muchacho creyó que se trataba de un calamar
gigante, avistado por numerosos marineros a lo largo de la historia, aunque él
sabe que muchos de esos avistamientos tienen más de mito que de realidad. Pero no,
ni siquiera podía parecerse al kraken de las historias de borrachos. Era aterrador,
tan aterrador que el muchacho no pudo moverse, no pudo apartar los ojos de él,
aunque era lo que más quería hacer en el mundo. No podía…
¿Valentine? ¿Dónde está su hermana? Aun con el pecho encogido por la angustia, no
pudo moverse lo mínimo para buscar a Valentine con la vista. Quiso empezar a
gritar cuando el sonido familiar de los gritos de Valentine resonaron en sus
oídos.
Se despertó, como acostumbraba, empapado en sudor y con las
manos de su melliza agitándole los hombros.
-Se acabó, mañana vamos al médico, ¡es imposible dormir con
los gritos que pegas! –Exclamó la joven. Andrew, entre temblores, no pudo
reprimir una sonrisa. Era tan egoísta y mimada, siempre pensando en ella misma.
Pero la sonrisa se borró pronto de su rostro cuando recordó
al ser de los tentáculos. Desde que vio el grabado en el diario de su padre no
dejaba de tener pesadillas con él, demasiado vívidas para que se tratara de
simples sueños.
Cuando volvió a apoyar la cabeza sobre la almohada, rezó a
Sandman para que llegara y le echara un poco de arena sobre los ojos que le
permitiera dormir apaciblemente. Pero no, sabía que cuando se sumergiera en el
mundo de los sueños allí estaría él, esperándole. Y supo que si aquel ser podía
vencer al mismísimo Sandman era porque no podía ser otra cosa que un Dios. El Dios
de un mundo muy antiguo, olvidado por la civilización. Un Dios olvidado por el
hombre moderno. Aunque, para desesperación de Andrew, el Dios no se había
olvidado de ellos.