Ethan nunca había sido lo que se dice un niño brillante. No
sacaba malas notas, pero tampoco buenas. Simplemente, fue uno de esos niños que
pasaban por la edad estudiantil sin dejar una sola estela de recuerdos en la
mente de profesores y alumnos, ni buena ni mala. Pero si había algo en lo que
destacaba, eso era en el uso y la creación de tecnología, y en usar su
desparpajo para conseguir lo que quisiera. Por lo tanto, apenas si se
sorprendió cuando levantó la vista de los tests de aptitud y se dio cuenta de
que, a pesar de que había sido el último aspirante en llegar, y con diferencia, había sido el primero en finalizarlos.
Echó un vistazo al montón de papeles de su regazo, todos
ellos escritos con aquel bolígrafo bic azul, y luego miró a los otros entrevistados,
todavía inmersos en el mundo de las preguntas de Starktech. “¿Cuántas
pelotas de golf caben dentro de un autobús?” Por dios, y Ethan había pensado
que serían preguntas difíciles. Tsk.
Impaciente, miró a su alrededor buscando a alguien a quien
darle el test, o que le indicara que podía pasar a la siguiente fase de la
entrevista, pero no había nadie, sólo la secretaria a la que le había robado el
boli, hablando por teléfono con voz queda. Así pues, se levantó discretamente y
se dispuso a abandonar la sala por una puerta que divisaba al fondo de la misma.
-Eh –le llamó la secretaria. Ethan, sobresaltado, se
aproximó a ella y le tendió el boli.
-Perdona, se me había olvidado –se disculpó. Ella le miró,
desconcertada.
-No, que a dónde vas.
-Ah. A… al baño –improvisó el chico, que, pese a todo, no
era demasiado bueno mintiendo. La secretaria frunció el ceño e hizo un gesto
con la cabeza, señalando la puerta.
-La tercera puerta a la izquierda.
-Gracias.
Con el corazón en un puño, Ethan abandonó la sala, pensando
que, especialmente aquel día, la suerte le estaba sonriendo. Cerró la puerta de
la sala de espera a su espalda, y miró con ansiedad el pasillo que se extendía
frente a sus ojos. Era plateado y blanco, como todo en aquella empresa, y había
una larga hilera de ventanas a la derecha, dejando entrar una luz del atardecer
que incidía directamente en la larga hilera de puertas de la izquierda. La
tercera era el baño, eso lo sabía, pero ¿y el resto de puertas, qué eran?
¿Alguna sería el despacho de Tony Stark?
Ethan miró por encima de su hombro unos instantes,
cavilando. Quizá fuera mejor que volviera a la sala de entrevistas e intentara
conocer a Ironman siendo contratado por su empresa. Resopló por la nariz y
sacudió la cabeza antes de abrir la primera puerta.
…
¿Sabéis esas veces que creéis que os vais a hacer tan
pequeños que vais a desaparecer de un momento a otro?
Supongo que el único que debía saber por lo que estaba
pasando yo era Henry Pym, quien, irónicamente, era el único que no había
aparecido en la reunión.
Nerviosa, yo esperaba que en algún momento llegara Mark, o
Tyr, para que pudiera echarme una mano con todo aquel asunto.
Jeh, una mano.
Jeh, una mano.
Dios, odiaba ir a fiestas donde no conocía a nadie.
Y es que Steve Rogers me había informado de que al anochecer
se iba a llevar a cabo una reunión en aquella misma sala donde habíamos hecho aquella pequeña entrevista, o quizá sería mejor llamarlo "interrogatorio amistoso", para tratar el tema que me había llevado a cruzar un portal a
otro universo, colarme dentro de la Torre Stark y chantajear emocionalmente al
Capitán América. Al parecer había mandado un comunicado a todos aquellos que
alguna vez habían formado parte de los Vengadores. Alcé las cejas con sorpresa,
cuestionándome seriamente la capacidad de la sala para albergar a todos ellos.
Finalmente la gente fue llegando poco a poco, como un goteo. Al principio el Capi se molestó en presentarme a los primeros en llegar, como Puño de Hierro o Luke Cage. Simplemente se limitaba a decirme sus nombres, esperando en mi rostro una confirmación de que eran conocidos por mí, ya sabéis, por los cómics, y después se marchaba para dejar que me las arreglara yo sola. Al principio me las apañaba con un simple "soy Jay", y aquello bastaba para que el héroe en concreto se marchara a por algo de beber, pero poco a poco empecé a temer que a alguno se le ocurriera preguntarme qué leches estaba haciendo en una reunión de superhéroes. Pero pronto me di cuenta de que era una preocupación vana, pues conforme la sala comenzó a llenarse de gente en ajustados trajes de lycra, el héroe de América se olvidó de mí, y yo fui relegándome a mí misma, poco a poco, a ocupar la mínima parte de la superficie de la silla más pequeña y apartada de toda la torre.
Al poco tiempo aquella sala sobre cuyas dimensiones había
tenido tantas dudas ya se encontraba repleta de gente. Parecía una tienda en
las rebajas, o una excursión de jubilados donde regalaran baterías de cocina. Enfundados en
trajes muy ceñidos algunos, y otros pocos vestidos de civil, los superhéroes del
universo Marvel charlaban entre ellos acaloradamente. Por mi parte, me
encontraba dividida entre mis ganas de reducirme al tamaño de una pulga y
marcharme dando discretos brincos, y entre las ganas de ponerme a gritar,
abrazar a todo el mundo y pedir autógrafos. La emoción me paralizaba cada vez
que Rayo Negro me rozaba al pasar por mi lado, o el cabello dorado de Miss Marvel,
quien se había puesto frente a mí, me hacía cosquillas en la nariz. Spiderman
en persona acababa de entrar por la ventana, haciendo una entrada que hubiese
sido espectacular si no hubiese derribado una silla al caer. Me encontraba al
borde del colapso nervioso pero nunca, en toda mi vida, me había
sentido tan jodidamente afortunada de ser yo.
Poco a poco todos los superhéroes fueron tomando asiento, en
los sofás, en las butacas, en las sillas. Spiderman eligió un cómodo rincón en
el techo y yo tuve que morderme el labio cuando la Bruja Escarlata se sentó en
una silla frente a mí. La que vas a liar,
chata, pensé. Pero como había convenido con Mark, no podía decirles nada de
su futuro, así que me mordí la lengua y esperé a que comenzara la reunión oficialmente.
Así pues, cuando todos, o prácticamente todos se hubieron sentado,
Steve Rogers, esta vez con el uniforme azul, blanco y rojo del Capitán América, se levantó y esperó
a que la sala se quedara en silencio. Era increíble la facilidad que tenía para
captar la atención inmediata de un grupo tan grande de personas.
-Como ya os he anticipado –comenzó a hablar, con voz grave.
Yo tragué saliva, con las tripas hechas un nudo- os he llamado aquí para resolver
un problema. Nuestros villanos están haciendo de las suyas, pero esta vez en
otro lugar. Han decidido trasladarse a un lugar que se encuentra completamente
indefenso, sin superhéroes, para hacer quién sabe qué con él. Creo que es
nuestro deber, nuestra responsabilidad, viajar a ese lugar y ayudar a esa
gente.
-Pero ¿qué sitio es ese? –Preguntó Avispa, a quien no había
visto hasta que recuperó un tamaño humano. Aun así, era diminuta y preciosa,
con los ojos muy grandes y el cabello muy negro. Tuve un escalofrío cuando
recordé lo mucho que agradecía su diminuto tamaño en Marvel Zombies. Joder, cómo me alegro de no haber acabado en
ese universo.
-Se trata de un pueblo del medio oeste, pero quizá ya hayan
atacado otras ciudades próximas.
La mención a mi pueblo me hizo volver de golpe a la
realidad, y el nudo de mi estómago se tensó. Esperaba que no hubiesen llegado
todavía al pueblo donde vivían mis padres. Por
favor.
-Eso es imposible –expresó Mercurio- he estado por la zona
hace un par de horas y no nos ha llegado ningún aviso.
-Eso es porque –el Capi hizo una pausa dramática antes de
dar la noticia definitiva. El mazazo- porque están atacando nuestro mundo,
pero en otra dimensión.
Escuché que alguien se aguantaba una risita. Se me llenaron
los ojos de lágrimas, de frustración y vergüenza. Me sentía como cuando un profesor te saca a la pizarra para tomarte la lección y te paraliza el miedo escénico, y toda la clase se ríe de ti, señalándote con el dedo. Sentada en aquel taburete, en aquel rincón, casi me veía con el cono de Asno coronando mi cabeza.
-¿Un mundo en otra dimensión? –Un hombre maduro y atractivo se
levantó del sofá, con una mueca irónica en la cara. Tenía el cabello negro y
corto, y una perilla. No supe quién podía ser hasta que vi un círculo luminoso
atravesando la tela de su camiseta, justo a la altura del pecho. Me arrinconé
más contra la pared, intentando que no me viera. ¿Estaría al tanto Tony Stark
de que llevaba una de sus camisas?- ¿Por qué no has avisado al Dr Extraño? Es
él el que trabaja en otros universos.
-¿No es Reed Richards el especialista en dimensiones alternativas? -Preguntó Spiderman- ¿No fue él el que abrió la primera puerta a la Zona Negativa o algo por el estilo? Parece que tener canas en las sienes sea un requisito obligatorio para que te den las llaves del universo...
-¿No es Reed Richards el especialista en dimensiones alternativas? -Preguntó Spiderman- ¿No fue él el que abrió la primera puerta a la Zona Negativa o algo por el estilo? Parece que tener canas en las sienes sea un requisito obligatorio para que te den las llaves del universo...
-Ambos están de camino –el Capi se interpuso frente a Ironman, firme,
pero sin necesidad de ser amenazante- pero esto nos incumbe a todos. En ese
pueblo están actuando todos nuestros villanos.
-¿Y cómo sabes que no son los malos de su propio mundo? –Repuso
Ironman, cruzándose de brazos- Sigue sin ser nuestro problema. No podemos
salvar a todo el mundo, bastante tenemos con ocuparnos de nuestro propio
universo que, por si no te has dado cuenta, ha quedado desprotegido con todos
nosotros aquí reunidos.
-No importa si es nuestro universo, nuestra dimensión, ni
nuestro propio país. Como héroes tenemos la obligación de cuidar a aquellos que
lo necesitan sin importar dónde estén y más aún cuando aquellos que los
persiguen son producto de nuestras luchas. –Dijo el Capitán América entre
dientes.
La gente empezó a sentirse incómoda, murmurando entre ellos.
Había algunos detractores del Capi, como Miss Marvel, y otros que le apoyaban
fervientemente, como Spiderwoman. Cuando la discusión por grupos comenzó a acalorarse, se me pasó por la cabeza que
aquello podría sentar las bases de la Civil War, así que rápidamente eché una
ojeada por la sala, buscando a quien pudiera poner algo de paz. De
pronto mi mirada se cruzó con unos ojos verdes. Verde radiación gamma. Hulka,
vestida con una falda de tubo y una camisa blanca, me miraba desde el otro lado de la
habitación, con el ceño fruncido y la expresión resignada de alguien que está
acostumbrada a enfadarse por un tema concreto. Sea cual sea.
-Tony –dijo ella, dejando de mirarme durante unos instantes.
La discusión a su alrededor se detuvo, mientras ella se retiraba el cabello verde oscuro de la frente- todos sabemos que te gustan mucho las
mujeres, pero ¿no te parece demasiado traerlas a las reuniones?
Los superhéroes empezaron a mirar a su alrededor, con
extrañeza, mientras yo sentía que la tierra bajo mis pies se hundía y me
tragaba viva. Ah no, no lo sentía. Lo
deseaba.
Finalmente todos me pusieron la vista encima, a pesar del pequeño rincón donde
había establecido mi guarida, y yo agaché la mirada, amedrentada.
-Por dios, Tony, pero ¿no es menor de edad? –Preguntó Miss
Marvel, mirándome directamente.
Jamás en mi vida había sentido tal nivel de humillación.
Jamás en mi vida había sentido tal nivel de humillación.
-Eh, que no es de las mías. No sé quién es.
-Jessica –dijo el Capitán América. Spiderwoman se volvió
hacia él.
-¿Sí?
-No, ella, se llama Jessica.
Vale, ahora sí me
sentía humillada.
-¿Otra Jessica? –Proclamó Spiderman sobre mi cabeza- ¿Qué le
pasa a la gente con ese nombre?
-¿No te llamabas Jay? –Me preguntó Luke Cage, a quien
afortunadamente había tenido la oportunidad de presentarme antes de que la sala
se llenara de gente.
El Capitán América me miró, confuso. Yo asentí.
-Me llamo Jay. Jamie. Jay. –Tartamudeé, fijando la vista en
mis pies. Como nadie dijo nada más, me sentí en la obligación de añadir- Y no
me he acostado con Tony Stark.
-Bienvenida, Jay –coreó Spiderman, como si aquello fuera una
reunión de Alcohólicos Anónimos. O una Asociación de Víctimas Sexuales de Tony
Stark. No pude evitar esbozar una sonrisa.
-Disculpa, Jay. –El Capi se volvió hacia el resto- Ella es
de ese otro universo, y ha venido a pedirnos ayuda.
-¿Y cómo sabemos que es de fiar? –Preguntó Puño de Hierro, a
quien tuve ganas de fulminar con la mirada.
-Porque ella… -Steve Rogers me atravesó con sus profundos
ojos azules antes de continuar- ella sabe cosas.
-No es que sea telépata ni nada así –repliqué yo, agitando
las manos. Respiré hondo, intentando aclarar mis ideas en una milésima de
segundo antes de empezar a explicarme. No lo logré- En mi mundo… en mi universo
vosotros sois personajes famosos, pero sólo existís como personajes de ficción.
Hacen cómics y películas con vuestra vida. Y yo… pues leo esos cómics. Y sé
cosas. Por eso supe a quién recurrir.
Me arrepentí de inmediato de haber pronunciado aquellas
palabras. No había nada que suscitara más animadversión que alguien que conocía
todos tus secretos. Sentí inmediatamente que todas las personas de aquella sala
se ponían a la defensiva. Tartamudeé, intentando encontrar alguna palabra que
arreglara aquella confesión.
-Vuestros villanos estaban buscando un universo donde no
existieran los Superhéroes. No sé para qué, la verdad. Supongo que para
alcanzar el poder y todo eso. Encontraron mi mundo, y llegaron a él a través de
un portal, pero no contaban con la existencia de esos cómics. No son muy
populares, y especialmente en mi pueblo no los lee mucha gente, pero mi grupo
de amigos y yo sí los leemos, y pensamos que podríamos pediros ayuda. Pero nos
encontraron, sabían que conocíamos sus secretos y… -recordé las afiladas garras
de Dientes de Sable, su aliento rozándome la mejilla, y las manos comenzaron a
temblarme. Me señalé la tirita de la cara- Esto me lo hizo Dientes de Sable.
-Conozco a Dientes de Sable –dijo Mercurio. Cómo no lo vas a conocer, siendo hijo de
quien eres, pensé- y siento decirlo pero creo que si te hubieras topado con
él tendrías alguna marca más a parte de un corte en la mejilla.
Las lágrimas volvieron a agolparse tras mis ojos.
-Mi amigo Mark me rescató. Él es militar, sabe cómo llevar
ese tipo de situaciones. Disparó a Dientes de Sable y pudimos huir.
-¿Quién más está allí? –Preguntó un hombre poniéndose en
pie. También tenía el cabello negro, quizá más oscuro que el de Tony Stark, e iba vestido con una camisa sencilla morada y unos
pantalones. Tuve que rendirme ante la evidencia de que no conocía tanto el
universo Marvel como yo pensaba, pues no tenía ni idea de quién podía ser.
Quizá fuera el de mantenimiento, que se había unido a la reunión.
-Pues… Juggernault. Y Rino.
-Qué vergüenza, ¿mis malos también? –Spiderman hizo una
cabriola para descender hacia el suelo, llevándose las manos a la cara.
-También está Pyros, y Bullseye. Bullseye disparó a un amigo
mío. Y… -miré hacia Spiderman para decirle que también había visto a Venom,
pero me detuve. Ahora Caliban era Venom, ¿y si le atacaban al verle? Cerré la
boca, y afortunadamente alguien llenó el silencio que yo había levantado.
-Esos sólo son malos de pacotilla –Expresó Ironman.
-¡Eh! –Se quejó Spiderman.
-Me refiero a que cualquiera con una fuerza militar decente
podría hacerles frente –Tony Stark se volvió hacia mí- ¿No dices que tu amigo
es soldado? Que te ayude él.
Un murmullo de aceptación siguió a sus palabras.
-¿El ejército podría encargarse de Loki? ¿O del Dr. Doom?
–Repliqué, repentinamente enfurecida. Joder, ¿tan difícil era de entender que
necesitábamos ayuda? Había muerto gente, por el amor de dios. Me mordí el labio. No sabíamos si Loki había acudido. No quería mentirles pero sentía que necesitaba hacerles conocer la desesperación que sufríamos en mi mundo, tras aquellos ataques.
Los superhéroes se quedaron en silencio, mirándome y
mirándose entre ellos. Pyros y Rino eran sólo malos menores, “de pacotilla”,
como había expresado acertadamente Ironman. Pero el Dr. Doom… esas eran
palabras mayores. Pocos se habían enfrentado a él, pero todos le conocían.
-Hay que avisar a Asgard –convino aquel hombre al que no
había conseguido identificar, tras un breve silencio.
-Asgard ya está sobre aviso, Bruce –respondió el Capi- Thor
vendrá de un momento a otro, con algunos de sus hombres.
Puto Tyr, ¿por qué no
vienes ya? Refunfuñé para mis adentros. Cada vez me sentía más arrepentida de haber mentado a Loki. Si hubiese estado en el pueblo, nos habríamos enterado, ¿o no? ¿No podía Loki tomar cualquier forma? Oh dios, ¿y si Tyr fuera Loki en realidad? Basta, Jay, estás paranoica.
De pronto el pitido de algún aparato electrónico nos
sobresaltó a todos, e inconscientemente me llevé una mano al bolsillo del
pantalón, palpando sólo mi muslo, pues mi teléfono móvil se había perdido entre
los universos, al saltar al portal. Finalmente el origen de aquel sonido se
reveló cuando Ironman se levantó repentinamente, observando con el ceño fruncido algún tipo de aparato
electrónico súperdesarrollado. Comenzó a avanzar rápidamente hacia la puerta,
cuando el Capitán América le detuvo.
-¿A dónde vas?
-Hay un problema en Starktech. Vuelvo en seguida.
Sin darle tiempo a replicar, Ironman cruzó la puerta y se
perdió de vista.
En silencio, la gente comenzó a recuperar sus asientos, con gesto serio.
Yo regresé tímidamente a mi taburete, reflexionando sobre todo lo que había
dicho; ¿habría logrado convencerles? ¿Nos ayudarían? Dios, ¿qué habría sido de
Ethan y Hoydt? ¿Y del pueblo? Sentí el familiar picor de las lágrimas tras los
ojos hasta que Spiderman rompió el silencio.
-Hay algo que todavía no he entendido. –Toda la sala le
miró, expectante- ¿Por qué lleva Jay una camisa de Ironman?