Día 1 - Domingo 19
Total, que allí que fuimos. Como salimos muy pronto de mi ciudad (y tan pronto, como que a las siete de la mañana todavía estábamos quitando los hilvanes de nuestros disfraces), llegamos tempranísimo el último día de las fiestas, el domingo. Todavía había poca cosa montada, así que pudimos pasearnos por entre los tenderetes observando el ambiente que había habido durante toda la semana y visitando la ciudad antes de que comenzaran las aglomeraciones. Y es que como parece que Teruel no existe, nunca había estado allí antes.
La plaza de la Catedral.
Callejuelas.
Preciosas torres mudéjares que pudimos visitar tranquilamente al día siguiente.
A esta hora la plaza de la Catedral ya empezaba a llenarse de gente, y es que la comitiva fúnebre de un tal Diego iba a pasar en dos horas. Por lo visto alguien no quiso darle un beso al pobre muchacho y este falleció de pena. ¡Qué tonto, si en esta época ya existían los burdeles!
Como nos agobiamos de la gente, de estar de pie, y encima me estaba haciendo pis, decidimos marcharnos y pasar de la marcha fúnebre. Así que nos dimos una vuelta por la plaza del Torico y otros lugares.
Y de pronto lo vimos, rodeados por un montón de gente en la plaza del Torico, personas velando el cádaver de Diego, (aunque desde donde estábamos sólo podíamos ver los estandarte y las orejas de los caballos). Por lo visto su ex podía ver el cortejo perfectamente desde el balcón. Ya es mala leche, refregarle el muerto a la pobre muchacha.
Claro, por alusiones directas, esta tuvo que bajar a verle (toda una suerte, estábamos al final del todo, junto a una bocacalle, y cuando nos dimos la vuelta la vimos allí, toda triste. Vamos, que me pasó al lado, a penas a unos centímetros).
La verdad es que Teruel está orgullosísima de sus amantes, hay referencias a ellos en todas las esquinas. Y obviamente también delante del Museo de los Amantes.
Cositas medievales.
Campamentos de gente disfrazada. Los había tanto de monjitas como de fieros guerreros de mediana edad.
Cosa divertida: pasamos por delante de nuestro hotel sin coscarnos de que era nuestro hotel. Simplemente caminábamos y dije "¡mira qué decoración tan chula!", y tachán, a la vuelta lo descubrimos. Muy chulo el hotel, muy... en fin, vintage. Pero como tenía una especie de bar o pub debajo, era un poco como una taberna medieval: con la taberna debajo y las habitaciones arriba. Todo muy auténtico.
Partes de la muralla.
Las vistas que tiene la propia ciudad.
Como decía, nuestra habitación. Muy... retro. Pero cómoda y calentita, con baño y todo, que era lo que necesitábamos.
Además tenía un patio interior precioso.
Conforme fue cayendo la noche, como era el último día, la fiesta ya estaba dando sus últimos coletazos, así que huyendo del frío More y yo decidimos vestirnos de civiles y salir a disfrutar más de la ciudad y menos de los quesos y del vino caliente (bueno, eso yo, porque More se metió al menos seis vasos entre pecho y espalda).
La catedral, que al final no pudimos ver por dentro.
La plaza del Torico, bastante más transitable.
El archivo de Teruel.
El acueducto renacentista.
La Escalinata de Teruel, en neomudéjar, muy chula y muy impresionante.
Una de las torres desde abajo (nunca recuerdo cuál es cuál).
Día 2 - Lunes 20
Con el amanecer decidimos visitar todo lo que nos había llamado tanto la atención de la ciudad. Este ha sido el viaje más punky que he hecho: sin saber lo que nos íbamos a encontrar y literalmente a la aventura. Vamos, lo único que llevábamos preparado era el hotel y por poquito. Total, que decidimos visitar el interior de dos de las torres mudéjares y el museo de los Amantes, además de dar un paseo por la ciudad para ver todas las preciosas casas modernistas.
¿Veis? Preciosas casas modernistas.
Con la visita al museo podías pedir un pack más completo que te llevaba también al interior de la Iglesia de San Pedro, en cuyo interior se encontraron las momias de los amantes. Y dicen que pueden ser de verdad, pues estaban enterradas en la capilla de la familia de él, son un hombre y una mujer del siglo XIII y para más inri no han muerto de una muerte violenta (y si se hubieran suicidado con veneno los habrían enterrado extramuros, no en suelo santo). Habrá que creer que el amor mata, de una forma más romántica que los cabrones que matan a sus mujeres y luego se suicidan.
Pero me desvío del tema. Lo cierto es que las pinturas de la iglesia eran una verdadera maravilla.
Así como su retablo, hecho con madera de la zona.
La visita incluía un paseo por el claustro, de cuyo pasado mudéjar ya queda poquita cosa.
Y una visita por el paseo de ronda de la misma iglesia, rodeando la torre y casi pudiendo tocar sus ventanas más altas. Además de visitar la torre misma por dentro.
Finalmente el propio museo, cuyo monográfico ya os podéis imaginar de qué iba. Dentro de estos sarcófagos estaban las momias. Y sus manos nunca se llegarán a tocar...
Pero enfocándonos en algo más alegre: dicen que si bebes de los cuatro caños de la fuente del Torico, te enamoras o vuelves más enamorado. Y debe ser verdad, porque More y yo lo hicimos y estamos más acarameladitos que nunca.
Después fuimos a visitar la otra torre, cuya estructura era de una torre dentro de otra, y lo cierto es que se hizo menos pesado subir todas sus escaleras. Y nos ofreció una panorámica de la ciudad impresionante.
Y fin, después de esta escapadita exprés, regresamos a casa imbuidos de romanticismo y medievalismo. El año que viene volvemos seguro.